CRISTINA Y EL
VAGAMUNDO
(Homenaje
a la Colifata)
El momento tan esperado llegó. “Al aire” gritó el hombre con
auriculares del otro lado del vidrio.
-Buenos días para todos los que están escuchando- comenzó
diciendo- mi nombre es Cristina y esta es la radio comunitaria La Colifata
transmitiendo desde el Borda. Sabían ustedes -continuó leyendo el boletín entre
sus manos –que en nuestro país existen miles de experiencias de cultura
comunitaria, autogestiva e independiente, protagonizada por ciudadanos y ciudadanas
con distintos niveles de formalización. Teatro comunitario, la murga, el
muralismo y la plástica, la comunicación popular grafica, radial o audiovisual,
el circo, el arte callejero, distintos géneros musicales, de la danza,
bibliotecas populares, radios comunitarias y tantas otras… Hoy les voy a hablar
del primer congreso latinoamericano, cultura viva comunitaria, que se llevara a
cabo del 17 al 22 de mayo en La Paz, Bolivia…
Y así continuó con todo su entusiasmo. Ella sabía que mucha
gente la estaba escuchando y que aquello que estaba diciendo era tremendamente
importante, eso por lo menos creía ella, se sentía un poco comprometida,
nerviosa, pero sabía sobrellevarlo para que quien la escuchase no se diera
cuenta.
-Muy bien Cristina,
todo va bien, solo falta ponerle el final y despedirte- le gritó el hombre de
los auriculares, Andrés, uno de los psicólogos del hospital. Para ella era muy
importante la aprobación de Andrés, quería que él viera su constante mejoría, que se diera cuenta que
ya nunca volvería a hacer aquellas cosas. Andrés, le había conseguido un
permiso especial para que después de que terminara su programa de radio,
“CRISTINA AL AIRE”, la enorme puerta de
hierro, las gruesas rejas se abrieran por una hora para ella.
Cristina cerró el
programa dándole lugar al siguiente como siempre lo hacía leyendo lo escrito en
el arrugado papel que su oyente y admirador le alcanzaba a la hora de su
permiso para salir. No sin antes despedirse
de sus oyentes e invitarlos para que la escuchen el próximo jueves a la misma
hora, alisó el papel con sus manos todo lo que pudo y comenzó a leerlo, en un tono de voz más
suave:
“¡Distinto!: Dicen
que soy distinto, como no serlo, si no soy nada en una sociedad donde todos son
algo. Todos tienen algo de que agarrarse. Yo no tengo nada. A todo renuncié. Todo
lo regalé o lo abandoné, aun incluso aquellas ideas que decían como y que debo
ser. A nadie le creí y aun no les creo, todo lo que me han enseñado lo he
desaprendido y hago y pienso como quiero. De todo y todos desconfío, dudo, y
soy lo que quiero ser. Esto que ven en mí, aunque no les guste y me vean como inferior
soy el hombre libre que quiero ser”.
Se levantó rápido de la silla, sonriendo, y miró a Andrés,
impaciente, como un niño que pide algo que desea.
-Si Cristina, anda, una hora he- le dijo dándole un beso en
la frente. Andrés sentía la misma alegría que ella. El también era muy feliz en
ese momento.
El portero, vestido de traje azul, abrió el portón y luego
la reja. Ese instante le parecía a ella interminable y una cantidad de segundos
perdidos.
-Pórtate bien, y no te vayas muy lejos- le dijo.
Cristina salió, lo buscó, miró a su derecha hacia el lugar
donde siempre la estaba esperando y allí esta, el vagamundo como le llamaba
ella. Todos los jueves a esa hora venia hasta el hospital a esperarla. Cristina
corrió hasta el y lo abrazó, eran los únicos abrazos que el recordaba haber
recibido en su vida.
- ¿Preparada para un paseo?- le dijo él
Ariel Azor
Ariel Azor
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