GAS
NUEVO:
Todos
los días, Joaquín, su padre y su tío se sientan bajo los árboles a aplaudir la
entrada del sol en el horizonte del mar. Nunca se lo pierden. Tienen la suerte
de vivir en Santa Catalina, balneario y también barrio pobre de las afueras de Montevideo.
Desde
hace dos días un barco está allí cerca y siempre está.
― ¿Que hace ese barco ahí papi?
―Está buscando gas
― ¿hay gas en el agua?
―Parece que sí. Por algo estará ahí
―¿De ahí sale el agua con gas papi?
El
tío largó la carcajada pero no dijo nada.
―No mi amor, es el gas que se usa en
las garrafas. El gas del agua son burbujas que le ponen.
El
sur del sol ya casi tocaba el mar.
― ¿Y solo hay gas ahí adónde está
parado?
―Es como cuando buscan petróleo, justo
en ese punto hacen un agujero y de ahí sacan
―Ahora nos va a salir más barato, pa,
ya no nos vamos a quedar sin gas
El
tío volvió a largar la carcajada. Casi la mitad del sol se había sumergido en
el agua. Se pararon y empezaron a aplaudir.
Un
ruido hueco se acerca a ellos, miraron al barco que empezó a sacudirse, las
olas crecieron y algo brillante como si fuera un submarino se dejó ver en la
orilla. Joaquín se abrazó a la pierna de su padre. Él agua retrocedió. Un
enorme caño, con forma de tubo, es ahora parte del paisaje. Los tres miraron
sin poder creer. Salió agua sucia y luego Joaquín notó que un pescado saltaba
en la boca del caño buscando respirar.
El
tío largó la carcajada, a él nunca le importaba nada, o no se daba cuenta.
Joaquín
corrió médano abajo a rescatar al pescado. Lo tomó con sus manos y lo tiró al
agua. Festejó poder salvar una vida. Luego pensó que tal vez hubieran más
adentro del caño. Su padre, aterrado, le gritaba que se volviera. Joaquín fue y
se metió caño adentro, buscando salvar más vidas.
El
barco se empezó a sacudir nuevamente, la segunda prueba ya venía y Joaquín
salió volando arrastrado por el aire del gas. Esta vez cayó lejos, fue dando
tumbos sobre la arena y quedó enterrado. Como el pescado que había salvado él
tampoco podía respirar. Su padre tiró de sus pies y lo sacó. El tío corriendo
por todos lados rescataba peces y los tiraba al agua. Joaquín, escupiendo arena
y su padre lo miraban. Fueron hasta él y lo abrazaron, “Ya están muertos tío”.
Se
pararon a un costado del caño, lo golpearon con sus puños, “si, es metal, chapa
galvanizada, tratada con algún producto para que no la oxide la sal” explicaba
el padre quien trabajaba de sereno en una metalúrgica. El tío sacó el tabaco, armó
uno y cuando se fueron tiró el pucho para atrás. La tercera prueba ya venía. Caminaron
unos pasos alejándose. El barco se sacudió y luego explotó. Él caño en alguna
parte se quebró y el mar se lo llevó.
―Estaba visto. Los peces se empezaron a
vengar ―comentó él tío.
―Ahora el gas nos saldrá más caro
todavía ―se lamentó Joaquín
ARIEL AZOR
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