Me
levanto, como todas las mañanas, a las siete. Me preparo el mate y me siento a
despertarme.
El
diario de hoy anuncia mal clima, malas inversiones y que el país se viene
abajo. Horóscopos. Juegos. Chistes. Paso. Sigo pasando.
Salgo
a la calle, a la otra vida. Y camino rumbo al trabajo.
“Es
la vida que nos tocó”, decía el viejo linyera sentado en el cordón de la calle.
Gritaba,
borracho.
Con
la mirada más triste que vi, pedía monedas.
Decía que eran para poder comer, pero sabía, que a pesar del hambre, todo
lo que juntara iba al vino.
Me
acerqué casi sin mirarlo y tire las pocas monedas que llevaba.
-Gracias
muchacho, dijo sin abrir la boca.
Seguí caminando, buscaba algo en mi mochila
sin saber qué, y encontré un alfajor. No lo pensé y me volví a donde el
linyera.
No sé
cómo paso, pero al reaccionar, estaba sentado a su lado, escuchando la historia
de su vida.
Me
prendí un cigarrillo y le convidé.
No,
el no fumaba.
Y de
su boca, el aliento salía con olor a vida vivida. Vida aprendida.
Todo
vino después de las primeras charlas sin sentido. Ahí supe. El linyera limpiaba
sus ojos, en donde creí haber visto lagrimas.
Me
conto de Silvia. Su gran amor. Que ya no estaba. Porque él no pudo abandonar su
otro gran amor. Ese que ahora lo tenía ahí, mendigando en la calle. Ese, por el
cual se moría si no lo tenía. Y el cual lo estaba matando en vida.
Hasta
lo que supe, ella bancó lo que pudo. No la culpa. Sabe que vivir con él no es
fácil. Por eso prefiere la soledad.
-Yo
me fui, ¿sabés? Me dijo. - No soportaba verla así. Porque ella me amaba,
¿sabés? Y me hubiese aguantado hasta la tumba. Pero no, muchacho. No era justo.
No era su culpa, y ella merecía una vida mejor. Ahora está casada con hombre
sano, que se que la quiere. Nunca se lo dije a nadie, pero yo la visito. Me
paso por su barrio de vez en cuando, y la espío por la ventana. Se la ve feliz.
La vi sonreír, ¿sabés? Pero no dejo de pensar en sus ojos. Están tristes, y es
por mi culpa, ¿sabés? Después de mi, esa mirada no la cambio más.
El
linyera nunca notó, que lloraba. Que mientras él me contaba de Silvia y sus
ojos tristes, lloraba.
- Por
eso estoy acá, y le grito a la puta vida que no me arrepiento. Yo tuve elegir y
elegí. Del vino ya no me podía ir y a mi dulce Silvia la quería bien. Por eso
me fui. ¿Volver el tiempo atrás? que dice muchacho! Eso no se puede. Uno toma
el camino que puede. ¡Y la vida lo lleva! ¡Y chau! ¡No sé quien sos ni que
haces acá! ¿Qué, me querés robar?!
¡Andate o te mato!
Y me
fui. De vuelta a mi vida.
Tres
años pasaron de mi charla con el linyera y todavía siento su aliento con olor a
vida.
Nada
cambió. Me levanto, como todas las mañanas, a las siete. Me preparo el mate y
me siento a despertarme.
El diario
de hoy anuncia mal clima, malas inversiones y que el país se viene abajo.
Horóscopos. Juegos. Chistes. Paso. Sigo pasando.
Policiales.
Y los ojos tristes de Silvia.
NATALIA FIGUEROA
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