Fukushima comienza los polémicos vertidos de agua contaminada al mar
La medida, defendida por autoridades de Japón ha sido condenada por grupos ecologistas
La central nuclear de Fukushima, golpeada por el terremoto y el tsunami de marzo de 2011, realizó hoy el primer vertido al mar de agua con baja radiactividad, un polémico sistema que puede suponer un importante avance en el proceso para desmantelar la planta.
La operadora de la central, Tokyo Electric Power (TEPCO), espera usar regularmente el sistema para reducir el volumen de aguas subterráneas que penetran en los edificios de los reactores, donde se contaminan y van a parar al mar a través de sumideros, lo que genera filtraciones diarias con una radiactividad mucho mayor.
El nuevo sistema consiste en bombear este agua subterránea desde unos pozos que hay junto a los reactores y en desviarla (siempre que los análisis determinen que su toxicidad es baja) directamente hasta los muelles de la planta para evitar que pase por los edificios y se contamine más.
Si el método, por el que hoy se arrojaron al mar 561.000 litros, demuestra ser eficiente a largo plazo, la eléctrica planea incrementar progresivamente el volumen de estos vertidos controlados.
Según la propia TEPCO, además de reducir el riesgo de fugas graves, el procedimiento también contribuiría a rebajar la radiactividad en el interior de los edificios de los reactores, ahora mismo inaccesibles.
La medida, defendida por la Autoridad de Regulación Nuclear de Japón (NRA), el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) y la mayoría de representantes del llamado "lobby nuclear", ha sido condenada por grupos ecologistas.
A su vez, algunos expertos en energía nuclear han propuesto soluciones que consideran más sostenibles, como almacenar el agua en gigantescos buques cisterna que se podrían anclar frente a los muelles de la central.
Sin embargo, la propietaria de Fukushima y el resto de organismos han defendido que el vertido controlado es la solución más plausible y es mucho menos peligroso en comparación con las operaciones que se llevan a cabo actualmente para gestionar el agua.
Éstas consisten en almacenar el líquido con el que se refrigeran los reactores, así como el que se consigue bombear desde los sótanos, en miles de tanques repartidos por la central en un momento en el que TEPCO no da abasto fabricando nuevos bidones y en el que el suelo para instalarlos en la planta empieza también a escasear.
Para certificar que los niveles del agua derramada hoy al océano Pacífico no contienen cotas altas de radiactividad, la empresa eléctrica y el Gobierno publicaron los resultados de los análisis a los que fue sometida.
Éstos mostraron niveles entre 2.000 y 3.400 veces más bajos en comparación con los máximos que marca la ley nipona para permitir vertidos y entre 43 y 800 veces por debajo de la directriz que la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece para el agua potable.
De cualquier modo, todo apunta a que serán nuevamente los pescadores de la región, que ya de por sí solo pueden pescar determinadas especies en determinadas zonas y someter sus capturas a estrictos controles, las que se encaran la peor situación con este nuevo procedimiento.
Aunque las propias cofradías de Fukushima terminaron por aceptar los vertidos cuando TEPCO se comprometió a respetar los niveles mínimos de contaminación, temen que sean los rumores y los temores infundados, más que la radiactividad, los que terminen de liquidar el poco sustento que les queda tras el accidente de 2011.
La operadora de la central, Tokyo Electric Power (TEPCO), espera usar regularmente el sistema para reducir el volumen de aguas subterráneas que penetran en los edificios de los reactores, donde se contaminan y van a parar al mar a través de sumideros, lo que genera filtraciones diarias con una radiactividad mucho mayor.
El nuevo sistema consiste en bombear este agua subterránea desde unos pozos que hay junto a los reactores y en desviarla (siempre que los análisis determinen que su toxicidad es baja) directamente hasta los muelles de la planta para evitar que pase por los edificios y se contamine más.
Si el método, por el que hoy se arrojaron al mar 561.000 litros, demuestra ser eficiente a largo plazo, la eléctrica planea incrementar progresivamente el volumen de estos vertidos controlados.
Según la propia TEPCO, además de reducir el riesgo de fugas graves, el procedimiento también contribuiría a rebajar la radiactividad en el interior de los edificios de los reactores, ahora mismo inaccesibles.
La medida, defendida por la Autoridad de Regulación Nuclear de Japón (NRA), el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) y la mayoría de representantes del llamado "lobby nuclear", ha sido condenada por grupos ecologistas.
A su vez, algunos expertos en energía nuclear han propuesto soluciones que consideran más sostenibles, como almacenar el agua en gigantescos buques cisterna que se podrían anclar frente a los muelles de la central.
Sin embargo, la propietaria de Fukushima y el resto de organismos han defendido que el vertido controlado es la solución más plausible y es mucho menos peligroso en comparación con las operaciones que se llevan a cabo actualmente para gestionar el agua.
Éstas consisten en almacenar el líquido con el que se refrigeran los reactores, así como el que se consigue bombear desde los sótanos, en miles de tanques repartidos por la central en un momento en el que TEPCO no da abasto fabricando nuevos bidones y en el que el suelo para instalarlos en la planta empieza también a escasear.
Para certificar que los niveles del agua derramada hoy al océano Pacífico no contienen cotas altas de radiactividad, la empresa eléctrica y el Gobierno publicaron los resultados de los análisis a los que fue sometida.
Éstos mostraron niveles entre 2.000 y 3.400 veces más bajos en comparación con los máximos que marca la ley nipona para permitir vertidos y entre 43 y 800 veces por debajo de la directriz que la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece para el agua potable.
De cualquier modo, todo apunta a que serán nuevamente los pescadores de la región, que ya de por sí solo pueden pescar determinadas especies en determinadas zonas y someter sus capturas a estrictos controles, las que se encaran la peor situación con este nuevo procedimiento.
Aunque las propias cofradías de Fukushima terminaron por aceptar los vertidos cuando TEPCO se comprometió a respetar los niveles mínimos de contaminación, temen que sean los rumores y los temores infundados, más que la radiactividad, los que terminen de liquidar el poco sustento que les queda tras el accidente de 2011.
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