jueves, 15 de mayo de 2014

Cesar Vallejo

INDIECITA, poema (hasta ahora), inédito de César Vallejo.
Indiecita que caminas
sin saber a dónde vas
por quebradas y colinas
¿Por qué siempre triste estás?
En tus ojos hay arranques
nostalgiosos de la luna
y en tus pies con toscos llanques
todo el frío de la puna.
Con tu rueca en el camino
vas hilando y vas fingiendo
esa rueca del destino
que tu historia va tejiendo.
Indiecita que caminas
sin saber a dónde vas,
¿tus miradas peregrinas?
Débil eco mudo y triste
de otros tiempos que pasaron
tú no sabes lo que fuiste.
Unos blancos se llevaron
todo el oro de tus minas
y por eso pobre estás
indiecita que caminas.
Sin saber a dónde vas.
Tú naciste dolorida
resignada pero fuerte;
tú no sabes de la vida
tú no sabes de la muerte,
pero vives la dulzura
de vivir sin saber nada
como el cóndor en la altura,
como el río en la quebrada,
como siempre vas a pie,
ignorante de tu herida
oye aquesto que yo sé
el camino de la vida
más que flores tiene espinas
y mejor… mejor no sepas más
indiecita que caminas
sin saber a dónde vas.
El precedente es el poema inédito del peruano César Vallejo que contiene el libro La poesía en el periodismo cajamarquino, de Evelio Gaitán y Carlos León, pronto a aparecer y que ya causa revuelo entre los investigadores y especialistas por lo que llaman el “extraordinario hallazgo” de dichos autores en un viejo diario local.
El trabajo fue publicado en 1939 en El Cumbe, diario de la región norteña de Cajamarca, un año después de la muerte del autor de Trilce.
En ese sentido, el portal Panoramacajamarquino.com advierte que el poema debió llegar a la redacción del diario a través de uno de los amigos entrañables que tenía Vallejo en Cajamarca, Oscar Imaña Sánchez, poeta renuente a publicar, lo que podría explicar que en uno de sus viajes haya preferido dejar en el diario un poema de Vallejo y no uno suyo, además de rendir un homenaje al amigo muerto.
El mismo portal señala que ‘Indiecita’ “no figura en ninguno de los libros publicados por César Vallejo” y “constituye uno de los hallazgos más importantes en la literatura peruana en los últimos tiempos”.
Para Miguel Pachas Almeyda, quien trabaja en una biografía de Vallejo, “este hermoso poema (fue) escrito, probablemente, en la segunda década del siglo pasado, contemporáneo por su estilo literario al poema ‘Soneto’ que Vallejo publicó en la revista El Minero Ilustrado de Cerro de Pasco en 1911″; el que, por cierto, es considerado y catalogado como el primero publicado por el poeta:
Soneto
El día toca a su fin. De la cumbre
de un enorme risco baja el rebaño
pastor garrido, que con pesadumbre
toca en su quena un yaraví de antaño.
El sol que lento cae, con su lumbre
da un tinte de misterio y de tristeza
a un campo de solemne soledumbre.
La aura pasa suave. La noche empieza.
La choza pastoral está a la orilla
de un río de corriente silenciosa;
hila en la puerta una india candorosa.
Después los labradores de una cuadrilla
rendidos se recogen a la choza.
Da las seis un reloj de la capilla…
En su primera juventud, Vallejo trabajó en las oficinas de un ingenio azucarero y allí tomó contacto con el trabajo esclavo de los indígenas. Luego, hacia 1913, se desempeñó como docente.
En 1915 terminó sus estudios como bachiller en Letras y en 1919 publicó su primer poemario, Los heraldos negros, que lo proyectó hacia un estilo propio, desestructurado y con disrupciones lingüísticas.
En 1923 viajó a Europa, donde permaneció hasta su muerte. Desde 1927 fue colaborador en Amauta, la revista que dirigía José Carlos Mariátegui, y por esos años fue que conoció en París a la poeta Georgette Philippart, su compañera de vida y la responsable de difundir su obra.
El poeta peruano murió a los 46 años en París, a causa de la secuela de una vieja afección de paludismo, tras lo cual se publicaron los poemas que escribió en Europa gracias a la tenacidad de su viuda, quien en su tumba de Montparnasse hizo grabar el epitafio: “He nevado tanto para que duermas”.

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