TRAGEDIA EN TURQUÍA El mayor accidente minero de la historia del país
La tragedia minera le explota al primer ministro de Turquía
Miles de personas protestan en todo el país por la gestión de la catástrofe
Turquía es el primer país de Europa en siniestralidad laboral.
Aumenta el número de fallecidos en la mina turca hasta los 282. ATLAS
Miles de turcos protestaron ayer en las calles, tanto en Soma, donde tuvo lugar el siniestro en una mina de carbón, como en las principales ciudades del país, al grito de «no es un accidente, sino un asesinato». Critican al presidente Erdogan, por la gestión de la catástrofe, que deja al menos 282 muertos y casi un centenar de atrapados.
Jornadas sin descanso con sueldos miserables y en instalaciones de dudosa calidad. El contexto de la dramática explosión del martes en una mina de carbón del distrito occidental de Soma, con 274 muertos, evoca los relatos de Charles Dickens del siglo XIX. «Unos 204 mineros murieron en un derrumbe en Inglaterra en 1838», recordó el primer ministro Erdogan, en plena Soma -a donde se trasladó horas después de la peor tragedia minera de los últimos 20 años- ante los furiosos ciudadanos que exigen dimisiones por negligencia. «Son cosas normales», remató, a propósito de la actual tragedia, con docenas de mineros que todavía no han podido ser rescatados.
Tras sus palabras, el primer ministro fue abucheado de tal manera que, para abandonar el lugar, tuvo que refugiarse en un supermercado cercano. Erdogan no necesitó hurgar en los folios del autor inglés, en relatos de niños tiznados de hollín, para trazar macabros paralelismos. Según dijo a la agencia Dogan su tío, Kemal Yildiz, uno de los muertos de Soma tenía 15 años.
El ministro de Trabajo, Faruk Çelik, sin embargo, desmintió a última hora de la tarde que hubiese menores en la mina: «El joven no tenía 15 años, hemos aclarado que tenía 19. No nos consta que hubiese trabajadores ilegales en la mina».«Según la normativa, los menores de 17 años no pueden trabajar en una mina», indica a EL MUNDO Pinar Küskü, licenciada en Economía Laboral y Relaciones Industriales.
Desde su privatización, en 2005, Soma Holding posee el yacimiento. Trabajadores citados por el medio Dunya explicaron que, con el cambio de dueños, el número de empleados por turno pasó de 300 a 700, sin cambiar los sistemas de transformación eléctrica. La prensa local señaló inicialmente estos factores como los causantes del accidente. El Gobierno turco anunció que, en el momento de la explosión, había 787 mineros trabajando.
«Hace 10 días que entre los trabajadores corría cierta preocupación. Algo no funcionaba en la mina». Son palabras de la familiar de uno de los muertos que, bajo condición de anonimato, habla a este diario.Las causas de la masacre siguen sin estar claras, aunque según explicó al periódico Radikal un ingeniero que tampoco quiso que se citara su nombre, «no es normal» que la explosión de un transformador derive en tamaña tragedia.
Jornadas sin descanso con sueldos miserables y en instalaciones de dudosa calidad
Según los supervivientes, la deflagración provocó un incendio dentro de la mina. «O se está escondiendo algo o las instalaciones estaban hechas con material de mala calidad», concluye el profesional al Radikal. «Las instalaciones pasan al menos dos revisiones al año. Tienen su documentación en regla y ésta dice que el puesto de trabajo era de primera categoría», afirmó Alp Gürkan, presidente de Soma Holding, ayer por la tarde.
«Lo de las inspecciones es cierto, y la mina no es especialmente antigua, lo que hace que me explique aún menos lo ocurrido», lamenta Eliaçik. Özgür Özel, diputado del Partido Popular Republicano (CHP), alentó más indignación popular al desvelar que, sólo 20 días antes de la desgracia, el Parlamento había tumbado una moción presentada por todos los grupos opositores para investigar las condiciones de seguridad en la mina de Soma.
Turquía es el tercer país del mundo y el primero de Europa en siniestralidad laboral. Sólo en lo que va de año, sin contar los finados en Soma, 396 turcos han muerto en su lugar de trabajo. 17 de ellos eran niños, de los cuales seis eran menores de 14 años. La rampante pobreza en algunos rincones de Turquía, especialmente en el sureste, fuerza a muchas familias a desescolarizar a su prole muy pronto para que aporten un salario.
Un estudio de la Universidad de Kirikkale muestra que el sector minero es el más peligroso del país, seguido de la metalurgia y la construcción. El número de accidentes ha aumentado entre 2004 y 2010 hasta constituir, ese año, el 14% de todos los accidentes en la industria. Y eso pese a que los mineros sólo conforman el 1,3% de la mano de obra estatal. Cada año muere una media de 80 mineros en Turquía: uno de cada 1.000 empleados.
"La empresa no sabía cuántos trabajadores había en el momento de la explosión"
El canal CNN Türk calcula que, desde 1941, más de 3.000 mineros han perdido la vida en las entrañas negras de la tierra y cerca de 100.000 han resultado heridos. «Y, lo que es peor, ni siquiera los servicios hospitalarios de la región de Manisa, que es zona minera, estaban preparados para afrontar una pesadilla así», critica Kivanç Eliaçik, responsable de relaciones internacionales de la Confederación de Sindicatos Revolucionarios (DISK).
En una entrevista al periódico Hürriyet, en 2012, el propietario de la mina, Alp Gürkan, se vanagloriaba de haber reducido los costes de extracción de entre 130 y 140 dólares por tonelada de carbón hasta los 23,8 dólares. «La compañía ni tan siquiera sabía cuántos mineros trabajaban en el momento de la explosión», critica Kivanç Eliaçik, responsable de relaciones internacionales de la Confederación de Sindicatos Revolucionarios (DISK).
De acuerdo a datos de la Comisión de Seguridad del Parlamento turco, muchos de los empleados de la mina, privatizada recientemente para la empresa Soma Holding, no cobraban más de 13 euros al día. «Un sueldo así está muy por debajo de los salarios normales en la minería pública», apostilla Pinar Küskü. «Intuyo que lo ocurrido es consecuencia de las malas condiciones laborales que sufrían los mineros».
Soma estaba hundida en lágrimas. Algunos familiares protestaban por la descoordinación de los equipos gubernamentales en las labores de identificación de los muertos. Algunos vecinos empezaban a cavar los primeros hoyos para enterrar a sus seres queridos. Al menos dos lugareños fueron detenidos, según algunas imágenes de forma violenta, por arremeter en la calle contra el jefe de gabinete.
La tensa situación tuvo su eco en las principales ciudades. La policía atacó con gas pimienta y agua a presión a los manifestantes que se concentraron en la calle estambulita de Istiklal y en la Universidad Politécnica de Oriente Medio, en Ankara. «No es un accidente, es un asesinato», fue el grito predominante entre los convocados, que recuperaron los lemas de las protestas de Gezi y exigieron la dimisión de las autoridades.
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