Historias verdaderas
El camión de Celestino
Son las dos de la tarde de
un día de verano de 1972. Un grupo de niños, jóvenes y algunas madres, se
aprietan a la sombra de los árboles que están a las márgenes de Camino
Carrasco, tratando de escapar así al sol que a esa hora cae a pleno.
Todos esperan el
camión de Celestino, que como todos los días a esa hora hará el recorrido
habitual rumbo a la playa.
La madres rezongan a los mas
inquietos, mientras que los mas grandes hacen juego con una pelota. En
determinado momento todo se interrumpe con el grito de uno del grupo…"ahí
viene Celestino".
El viejo camión viene por
Eduardo Acevedo, y hace su primera parada sobre Camino Carrasco. Con Celestino,
viene su mujer Lucia y sus hijos.
De manera tranquila,
desciende del camión dirigiéndose hacia la caja del mismo. Baja una escalera
improvisada, mientras ordena que se sienten en los bancos de madera
prolijamente instalados en la caja. Ya hay gente en el camión, son vecinos que
salen de la casa misma de Celestino. Los que ya están y los que van subiendo,
intercambian gritos y risas, aplaudiendo todos cuando ya están arriba.
Celestino, cobra una suerte
de boleto, que servirá para ir y volver.
Todos ya están arriba por lo
que cierra la tapa y continua la marcha hasta la nueva parada. Mas niños,
jóvenes y algunas madres; van completando el viaje. El camión es una fiesta,
con risas y anécdotas que se van tejiendo, construyendo historias y cuentos de
los días anteriores y de lo que vendrá.
Finalmente, toma Avenida de
la Playa; es esa vía larga de balastro que desemboca en la playa. El parque
Roosevelt con sus altos eucaliptus va dando a su antojo sol y sombra todo el
camino.
Al pasar por la turisferia,
centro comercial que esta dentro del parque, se pueden ver algunos comercios
con gente realizando compras.
De pronto, puede
verse esa imagen infinita e indescriptible de arena blanca y el profundo
azul del mar. Los gritos de alegría son como si impulsaran al viejo camión
al destino final…la playa.
Al estacionar en la arena,
algunos ni esperan que Celestino baje la tapa de la caja y ponga la escalera,
se tiran del mismo emprendiendo una carrera loca hasta el agua.
Celestino,como en un ritual,
baja los bancos de madera y desenrolla el toldo rojo y blanco, que esta sobre
un costado del camión.
Este será el lugar
de encuentro, luego de varias zambullidas y algún partido de futbol. Los que se
quedan sentados en los bancos, se aprontan para que sea una tarde con cuentos,
anécdotas y risas.
En un momento de la tarde
puede verse alboroto de gente sobre la orilla del agua y es debido a la chalana
del "mascarita", viejo pescador de la zona que esta llegando.
Rostros curtidos, a puro sol
y mar, se les puede ver sin dudas, el esfuerzo en sus caras.
En el aire, un grupo de
gaviotas describen una ronda caprichosa, en blanco y negro.
Ya sobre la arena, la gente
rodea a la chalana, pudiéndose ver en el piso unas cajas con corvinas, que
eléctricamente se mueven de un lugar a otro.
Algunos aprovechan para
comprar y llevar a su casa.
Todo se interrumpe con las
voces de algunas madres, llamando a los mas chicos, haciendo saber que es
la hora de la leche. Todos en carrera, para llegar primeros al
camión. Lucia, esposa de Celestino bate el “vascolet” para sus hijos,
mientras que otras madres, hacen lo propio…
Celestino hace un poco mas de diez años que vive en el barrio. Trabaja en la noche y pensando, en hacer unos pesos extras compró a la empresa fúnebre Salhon, el viejo camión Internacional que era de 1930.
No tenia cabina,
tampoco caja; por lo que Celestino se las había ingeniado, para realizarle las mejoras, incluyendo los bancos de madera,
escalera y un toldo que se enrollaba en un lateral del camión.
Todos los días de verano,
los hijos de Celestino, después del mediodía abrían los portones del garaje,
acomodaban la escalera en el camión y esperaban a las familias; madres, niños y
abuelos, gente de diversas edades que se acercaban, a la increíble aventura del
viaje a la playa.
El camión iba recorriendo el
barrio, para que nadie quedara sin subir.
Los fines de semana o los
feriados, era tanto la gente a llevar, que Celestino, tenia que ir y volver a
la playa mas de una vez…
La gente del barrio había
hecho propio el camión, acompañando las peripecias que se vivían.
Una tarde de tormenta y
lluvia fuerte, el viejo Internacional no quiso arrancar, por lo que la gente
comenzó a empujar el camión sacándolo de la arena y luego siguieron como una
cuadra hasta hacerlo arrancar.
Los viajes a la playa
duraron muchos años, hasta que apareció en el barrio una “bañadera” gasolera
que competía directamente con el camión de Celestino.
...una mañana de verano, Celestino subió al camión mas temprano que de costumbre; con el motor apagado se sentó en la cabina y tomó fuerte el volante. Recorre con su mirada el camión, como buscando respuestas.
Esta pensando en no salir
mas, ya que la nafta ha subido mucho y los viajes están dando perdida. Le da
pena por sus hijos, su familia y las familias del barrio…
Esos fueron los últimos días
que el camión hizo el recorrido a la playa.
Cuarenta años después…
Avenida de la Playa está
asfaltada y debido a un nuevo trazado, la ultima cuadra, tiene una
barrera, que impide el acceso a la playa. Todo esta como si alguien hubiese
corrido un telón, poniendo un final al mundo
que Celestino fabricó.
Un mundo de fantasías hechas
realidad, llenas de historias de vida, todas cargadas en un viejo camión.
Apesar del final;
ese mundo de libertad, no murió, sigue vivo en muchos lugares del barrio y
en el recuerdo de muchas personas, que siguen viendo todos los veranos, el
camión de Celestino pasar hacia la playa.
Carlos Romero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario