Uruguay: Acuerdo INIA-Monsanto.
Amigos de la Tierra Uruguay (REDES - AT) se opone a la firma de un
convenio confidencial entre el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria
(INIA) y la transnacional MONSANTO, y alerta sobre una nueva ofensiva de la
empresa en la región para la privatización de recursos fitogenéticos y el cobro
de regalías.
(Montevideo, 31/08/12) El 16 de mayo de este año el INIA firmó un
acuerdo con la transnacional Monsanto, para incluir en el germoplasma de soja
local que maneja el instituto transgenes propiedad de la empresa.
La firma del acuerdo fue cuestionada por Comisión Nacional de Fomento
Rural (CNFR), la gremial que agrupa y representa a los productores familiares
en la Junta Directiva del INIA. El convenio, no accesible al público, suscitó
un pedido de informes por parte de legisladores del Frente Amplio (FA).
El acuerdo fue gestado durante la presidencia en el INIA del actual
Subsecretario de Ganadería, Agricultura y Pesca, Ing. Agr. Enzo Benech, quien
también preside la Comisión para la Gestión del Riesgo, instancia
interministerial encargada de evaluar los riesgos asociados a la liberación de
cultivos transgénicos.
Ganancias “intactas”
Concretamente, el acuerdo es para incorporar la tecnología INTACTA RR2
PRO en hasta tres líneas de soja del programa de mejoramiento del INIA. Esta
tecnología incorpora al genoma de la soja dos transgenes: uno que le aporta
tolerancia al herbicida glifosato (RR2Y) y otro que le da resistencia a algunos
lepidópteros (Bt). Así el INIA incorpora en su programa de mejoramiento de soja
líneas transgénicas que contienen tecnología de la cual Monsanto es la
propietaria. El proceso de incorporar los transgenes y luego desarrollar las
variedades mejoradas insumiría unos ocho años, por lo que se estima que para el
2020 estarían prontas las nuevas variedades transgénicas de soja.
Según INIA, este acuerdo le permitirá disponer a los productores
uruguayos de variedades de soja adaptadas localmente que tienen incorporadas
“tecnología de alto valor agregado”. El tema es que el germoplasma de soja del
INIA lo han desarrollado los agricultores durante miles de años, pero la
“tecnología de alto valor agregado” tiene un dueño, se llama Monsanto y,
obviamente, cobra por su uso. De hecho, en el acuerdo Monsanto establece
algunas condiciones que se deben cumplir para que sus transgenes puedan ser
utilizados. A saber:
- Que Monsanto tenga en Uruguay una patente sobre la
tecnología INTACTA RR2 PRO. Sería la primer patente sobre genes aprobada en
Uruguay, lo cual generaría un antecedente legal muy valioso para la empresa.
- Que el país disponga de un sistema seguro para que
Monsanto pueda cobrar regalías sobre la tecnología INTACTA.
- Obtener la desregulación (o sea la autorización para
consumo o liberación comercial de soja con la tecnología INTACTA) en países
potenciales importadores del producto.
Claramente estas condiciones, que tienen que ver con las normas
jurídicas vigentes en el país, superan los cometidos del INIA, que estaría
comprometiéndose por esta via a incidir en la política de propiedad
intelectual.
Ofensiva refundadora
REDES – AT se opone a este convenio por considerar que atenta contra la
Soberanía Alimentaria del país y contra su soberanía sobre los recursos
fitogenéticos, al tiempo que fortalece las estrategias corporativas que tienen
como propósito controlar el mercado de las semillas, imponiendo el uso de
tecnologías sobre las cuales tienen patentes de propiedad intelectual.
No es casual que a dos años de caer sus derechos de propiedad intelectual
sobre la soja RR que actualmente se cultiva en la región, Monsanto esté
desarrollando una agresiva estrategia para imponer la tecnología INTACTA RR2
PRO, sobre la cual sí pretende comenzar a cobrar regalías, lo que no ocurre con
la actual soja RR.
En Argentina, Monsanto realiza intensas negociaciones con el gobierno
para modificar las leyes de semillas en el sentido de disminuir los derechos de
los agricultores a favor de los beneficios de la empresa (1). En Brasil en
tanto, la transnacional realiza negociaciones para cobrar más royalties por la
nueva tecnología que los que ya cobra por la soja RR, lo cual ha provocado que
algunos sindicatos de productores ya estén haciendo campaña contra el pago de
royalties, dado que pasarán a pagar hasta cinco veces más por la soja INTACTA
RR2 PRO de lo que pagan hoy por la soja variedad RR (2).
En Paraguay, por su parte, poco tiempo fue necesario para que se
conociera el rol jugado por Monsanto a favor del golpe de Estado que
destituyera al Presidente Fernando Lugo, abriendo las puertas aceleradamente a
la aprobación de varios eventos transgénicos propiedad de Monsanto (3).
Esta ofensiva ha sido definida como una “segunda fundación” de la
“República Unida de la Soja” (4), la cual, de acuerdo a las estrategias
corporativas, abarca buena parte de los territorios de Uruguay, Argentina,
Brasil, Paraguay y Bolivia.
¿Por qué Uruguay?
La tecnología INTACTA RR2 PRO es tan tolerante al glifosato como la soja
RR. Su supuesta mayor productividad no ha sido demostrada para nuestro país y
su resistencia es a un tipo de insectos que no son la principal plaga del
cultivo de soja en Uruguay. Su mayor novedad es que su patente está fresca y no
se vence en dos años como la de la soja RR.
Es de resaltar que la soja RR es una tecnología que ha favorecido al
sector más capitalizado del agronegocio, acelerando los procesos de
concentración de la tierra y desde el punto de vista ambiental ha
“simplificado” el manejo de los agroecosistemas, provocando el deterioro de los
mismos, al tiempo que ha conducido también a un incremento del uso de
agrotóxicos.
Es de esperar que Monsanto publicite sus productos biotecnológicos
presentándolos como ambientalmente sustentables. Pero el INIA no debería
sumarse al discurso de una empresa que tiene un historial criminal en cuanto al
manejo de la información sobre los impactos de los productos que ha
desarrollado, cuando su principal actividad estaba relacionada a la industria
química. Para muestra basta un botón: la semana pasada un Tribunal Regional Federal
de Rio Grande do Sul (Brasil) condenó a Monsanto a pagar aproximadamente
250.000 dólares por publicidad engañosa, dado que la empresa desarrolló una
campaña publicitaria en la que afirmaba que el uso de semillas de soja
transgénica y glifosato era beneficioso para el medio ambiente, lo cual es
FALSO (5).
Resulta incoherente con los cometidos del INIA y su papel en
transferencia de tecnología al sector agropecuario el hecho de que se firme un
convenio de estas características y se mantenga el mismo, además, en un marco
de estricto silencio y opacidad, en función de la “confidencialidad” solicitada
por la contraparte transnacional.
Por último, REDES - AT deja sentada su preocupación de que INIA acepte,
entre las condiciones para que Monsanto cumpla con su parte del acuerdo,
aspectos vinculados a la desregulación de esta tecnología en otros países
potenciales importadores de la soja INTACTA RR2 PRO. Es claro que Monsanto usa
el monopolio que tiene sobre el uso de esta tecnología y el control sobre el
mercado de las semillas para impulsar modificaciones regulatorias que la
beneficien. Nos preocupa que el INIA se convierta en un aliado de Monsanto
en esa estrategia, la cual vulnera los derechos de los agricultores a escala
global.
Como organización que reivindica la Soberanía Alimentaria y el
desarrollo rural sustentable con justicia social, REDES - AT propone el
fortalecimiento de las organizaciones de la agricultura familiar y que el
sistema de investigación nacional se centre en sus necesidades y no en las del
agronegocio.
Estamos convencidos que convenios como el que acaba de firmar INIA con
Monsanto van en el sentido opuesto.
Por más información:
REDES – Amigos de la
Tierra Uruguay
Pablo Galeano
Pablo Galeano
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