En aprietos. Las autoridades del colegio Varela anunciaron el cierre de la institución y revelaron deudas millonarias. La situación destapó una olla de especulaciones y preguntas en torno a otros colegios, supuestamente también en problemas. ¿La educación privada está en crisis? ¿Ya no es "negocio"?
TOMER URWICZ17 ene 2016
Veintiséis años después de haber dictado su primera clase, Leonardo Lois destinó buena parte de sus ahorros a fundar un colegio. Eligió el mismo lugar que enamoraba al escritor chileno Pablo Neruda, allí donde Atlántida se mezcla con Las Toscas. Y con el nombre del premio Nobel bautizó al instituto. Las cosas no podían ir mal. Lois, profesor de Matemáticas, había hecho los cálculos: en la zona había un solo centro de enseñanza pública, que estaba abarrotado de alumnos, y una sola alternativa privada. Pero en este "negocio" la ecuación no es tan lineal. Dos años después de haber cortado la cinta inaugural, tuvo que vender sus acciones.
Hay quienes invierten en la bolsa de valores, quienes lo hacen en una tienda y quienes optan por abrir un instituto de educación privada. La inmensa mayoría de los 342 colegios que funcionan en Uruguay son asociaciones civiles sin fines de lucro. Otros tienen dueños o son cooperativas y, si bien el término "negocio" en la educación se siente despectivo, la crisis en el colegio José Pedro Varela les da cuenta a todos ellos de que la gestión funciona como en una empresa.
Lois fue alumno del Varela. No sabe cuál fue la causa que llevó a que el jueves la directiva del colegio anunciara el cierre de la institución. Supone, como trascendió en varios medios, que se debe a una inversión en Ciudad de la Costa que no dio sus frutos, una mala venta del gimnasio del Centro, y los salarios de unos 40 funcionarios —de los 432 que enviaron al seguro de paro— que sextuplican (y hasta decuplican) el laudo. Desconoce el rumor de que había fricción entre los masones que administraban el colegio. Y conjetura que el crecimiento de la competencia dio el jaque.
Por su parte, los exadministradores argumentaron que la matrícula registró 400 alumnos menos en tres años y que había mandos medios con salarios excesivamente altos.
Según cálculos de El País, solo por concepto de IVA, IRAE y aportes patronales —y sin tener en cuenta los impuestos departamentales y al patrimonio—, el Estado deja de recaudar en la enseñanza privada US$ 136 millones. Es decir: por cada alumno de los colegios, Uruguay exonera $ 1.754 de impuestos al mes. Esta renuncia fiscal y la baja de la matrícula en la educación pública, hicieron que en la última década brotaran las propuestas privadas.
En 2001 había 285 instituciones privadas habilitadas. En 2014 la cifra alcanzó su máximo histórico: 346. Y el año pasado hubo una leve caída de cuatro centros, la que se explica, según el consejero Héctor Florit, por el cierre de pequeños locales en el interior. Para ser más precisos, el principal auge se centra en Montevideo, al sur de Avenida Italia y al este de Bulevar Artigas. Más bien son colegios laicos, bilingües y que llevan nombre inglés.
Opciones.
"Uno no abre y cierra colegios como si fueran supermercados", dice Zózima González, presidenta de la Asociación de Institutos de Educación Privada (Aidep). Eso sí: por el artículo 68 de la Constitución, todo padre tiene el derecho a elegir el tipo de educación que quiere para sus hijos y, bajo esta consigna, proliferó la demanda.
Mientras que la educación pública viene con pérdida de alumnos, la matrícula en privados está en ascenso. La Aidep coincide con esta mirada, aunque advierte que en 2015 hubo una merma. Si bien en abril del año pasado los privados tuvieron 500 inscriptos menos, la cifra continúa en sus picos más altos de la década y se acerca a la realidad de 2013.
Puede que la leve disminución de alumnos sea consecuencia de la desaceleración de la economía del país. Las estadísticas revelan que cuando aumenta el PBI, también sube la matrícula en los privados. Aun así, por más bonanza que hubiera, los colegios no han llegado a superar el 20% del estudiantado uruguayo.
"Las escuelas públicas han aumentado sus servicios, eso que antes era exclusivo de los colegios privados", explica Florit. "Ahora hay segundas lenguas, recreación y formación artística". El resultado: en los centros públicos de Pocitos, esos que compiten directamente con la mayoría de privados, la escuela Brasil cuadriplicó su alumnado y la Noruega pasó de 62 estudiantes a más de 400.
Los resultados académicos no parecen ser el diferencial entre un sistema y el otro. Si se compara la actuación en las famosas pruebas PISA, en un mismo nivel socioeconómico, es la misma en escuelas privadas o públicas. Tampoco parece haber una significativa diferencia en el ingreso a la universidad. "Los egresados, sobre todo por influencia de sus padres, están optando por carreras cortas y técnicas", advierte Zózima González. Entonces, ¿por qué elegir la educación privada?
La atención más personalizada aparece como el principal aspecto que señalan las fuentes consultadas. Así, hay colegios que cobran cuotas que rondan los $ 35.000 y cuyas finanzas gozan de buena salud. Hay quienes prefieren la relación con otro país. Esos colegios también están saneados, aunque dependen de las partidas que reciben de sus Estados. La prueba más clara es el Liceo Francés, que hace un año estuvo por perder la mitad de su presupuesto. Y hay quienes quieren una filosofía educativa alternativa. Por un lado, hay 18 centros autorizados que no siguen la currícula oficial y sus alumnos deben rendir prueba de egreso y, por otro, están los que profesan una fe. En este último terreno, los católicos son mayoría con 168 instituciones (el 65% de ellas no supera los 400 estudiantes).
"Hoy hay tres o cuatro colegios católicos que tienen una situación financiera complicada", admite Rafael Ibarzábal, presidente de la Asociación Uruguaya de Educación Católica (Audec). "Son pequeños institutos que trabajan con una población de clase media-baja y cuyas cuotas no superan los $ 2.500". Desde 2008 han cerrado seis centros educativos confesionales. En contrapartida, abrieron varios gratuitos de gestión privada.
En los colegios laicos el panorama es más difuso. El Ministerio de Trabajo solo tiene conocimiento del cierre del Varela y de un "problema sindical" en el Gabriela Mistral. En un medio se mencionó al Elbio Fernández, pero el presidente de la sociedad propietaria, Enrique González, lo desmintió y hasta arrojó cifras: "Solo en el último año aumentó 7% la matrícula". Al sindicato de trabajadores de la enseñanza privada también le consta que existen problemas en el colegio armenio Nubarián y en el colegio Creciendo. "En este último hay funcionarios que ganan menos del laudo o están en negro", denuncia Liliana Gilardoni, secretaria general del sindicato.
Sumas y restas.
Más allá de casos particulares, la ecuación se repite. El 15% de la recaudación de los colegios está destinado a gastos fijos, como luz, agua y teléfono. El 5% es para inversión y capacitación. Y el restante 80% se concentra en salarios, aun cuando el laudo de un maestro —por 20 horas semanales— es de $ 11.200 y en la educación pública asciende a $ 21.000. Zózima González explica que "varios funcionarios están por encima del laudo y que en 2013 se definieron los ajustes dependiendo del rol, incluyendo el 2% por antigüedad". Pero la sindicalista Rocío Hernández retruca: "En los públicos se gana mucho mejor".
¿Por qué un docente opta por trabajar en un colegio? "Más allá del salario, tenés la sensación de que cumplís tu rol", sostiene Gabriela Braselli, profesora de Literatura con larga trayectoria y experiencia en ambos sistemas. "En los privados hay menos alumnos por clase, tenés mayor llegada, y un día de lluvia no es excusa para que esté vacío el salón", dice. Además, "hay colegios que pagan muy bien, como el British, que tiene algunos funcionarios con exclusividad".
En el Varela los salarios y otros gastos fijos rondaron los US$ 650 mil por mes en 2015 o, lo que es lo mismo, US$ 500 por alumno. "En la educación pública el gasto por estudiante es US$ 2.000 al año (tres veces menos)", dice Florit.
Según datos del BPS, en la enseñanza privada hay 32.253 trabajadores. Para no aburrir con los cálculos, puede decirse que de subsidiarse la educación privada, el Estado debería invertir millones de dólares al mes.
¿Subsidio?
Pocos días antes de las elecciones presidenciales de octubre, el entonces candidato Tabaré Vázquez planteó la posibilidad de entregar vouchers —o becas— a los alumnos que acuden a la educación privada. La propuesta fue rápidamente silenciada. Hoy, a un año de haber asumido su gobierno, "en la agenda no está contemplada la idea de un subsidio especial", aclara Rosita Inés Angelo, directora nacional de Educación.
Tras conocerse la situación del Varela, el diputado nacionalista Rodrigo Goñi hizo público un proyecto de ley que presentó en julio. El objetivo es que el Estado otorgue $ 4.000 a las familias cuyos ingresos no superen los $ 40.000, así pueden "optar por la educación que quieren para sus hijos".
El representante advirtió que el 80% de los colegios atiende a niños de "clase media y baja", panorama que confirma el censo realizado en 2012 por los institutos católicos. Como los ingresos de los colegios no son "tan altos", entiende, "hay decenas de centros que están en la misma situación (que el Varela)", según dijo a El Observador. Al ser consultado acerca de cuáles colegios serían, prefirió no responder.
Chile es el único país de la región en el que la matrícula de los privados supera a los públicos; alcanza el 60%. Allí, nueve de cada 10 colegios privados reciben subsidios del Estado, según datos del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento.
Graciela Torino, directora de Departamento de Privados del Consejo de Primaria, sostiene que, así como está, la educación privada funciona bien, aunque "siempre hay cosas que cambiar". Con seguridad el carné de fin de año diría: "Puede y debe mejorar".
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