El enigma de la clase trabajadora.
En
las décadas del sesenta y setenta se creía que la clase trabajadora era
poseedora de una esencia incólume e inmutable, y que por el solo hecho de estar
inscripta en el aparato productivo, era capaz de organizar la salida del
sistema capitalista. Hoy en día estas ideas han quedado muy atrás, de manera
que no podemos imaginar un “después” de este sistema capitalista, ni tampoco el
sujeto histórico que sea capaz de dicha tarea, otrora ese sujeto histórico
tenía un nombre propio , proletariado.
Cuatro
décadas después la tarea de crear el hombre nuevo la tomo en sus manos el
capitalismo, fue el capitalismo en su fase neoliberal quien con su empeño en
mantenerse, en durar, fue quien creó el “hombre nuevo”. Este hombre nuevo es
constituido por un poder capaz de adueñarse de las subjetividades, llegando
incluso hasta los confines de la vida privada. Ese lugar que en otros tiempos
era terreno desconocido para el sistema.
Con
lo cual podemos ver que tan poderoso es este enemigo, un enemigo que en sus
contradicciones y sus crisis encuentra su fuerza, y que con sus herramientas
(medios de comunicación, complejo militar industrial, etc.) Es capaz de
apoderarse (como ya dijimos) de las subjetividades. Hay una frase de Margaret
thatcher que lo grafica muy bien, citamos textual: “la economía es el método,
el objetivo es el alma “.
Para
la clase trabajadora queda claro entonces que no se trata de ver cómo llevar
adelante este objetivo de la” revolución”, de hecho no se tienen las
condiciones objetivas ni subjetivas por lo anterior expuesto. ¿Cuál es el papel
que deben desarrollar los trabajadores? los trabajadores organizados en
sindicatos no solo deben pelear por salario, mejores condiciones laborales,
etc. Sino que también deben generar “conciencia” de que somos una clase
explotada y que por ende debemos rechazar esta condición (la de explotado) y
hacer de este “rechazo” una suerte sendero de el cual no debemos movernos ni un
ápice.
Porque
creemos que lo simbólico cobra una tremenda relevancia en estos tiempos de
des-simbolización, de des-historizacion, de falta de legados simbólicos y
pérdida de brújulas. Donde los jóvenes se eternizan como tales en una vida sin
causa, y adultos eternamente jóvenes, o que buscan vivir bajo ese mandato (el
de ser jóvenes) a cualquier precio. Un tiempo histórico de hombres y mujeres
que descubren que su experiencia no ha dejado huella alguna, porque tampoco
recibieron en sus vidas, un legado simbólico por el cual luchar.
En
un dispositivo con estas características y con un sujeto histórico incapaz de
desconectar este dispositivo neoliberal, se trata entonces de insistir, ya no
de resistir. La palabra insistencia es una palabra que bien se podría vincular
al deseo, porque mas allá de que nos convenzamos de ya no hay más nada que
hacer, insistimos igual. Como decía Hannah Arenadt “al final solo nos quedara
la persistencia”.
Tenemos
entonces que revisar profundamente las teorías que hasta ahora hemos venido
siguiendo como si fueran textos sagrados, entender que una hegemonía no es un
poder, porque un poder es algo constitutivo, algo que nos atraviesa y que a su
vez nos constituye. A diferencia de la hegemonía que es
una articulación “exterior” (por
lo general muy endeble) formando así una especie de bloque, una especie de
cadena equivalencial articuladora de demandas insatisfechas. Para los
trabajadores en urgente entonces generar, no solo nuevos espacios y reinventar
su forma de militancia, sino que también debemos generar nuevas teorías. Estas
nuevas teorías deben ser sin coartada, es decir, que no borren la división del
sujeto, este sujeto que vive en tensión permanente, y que hay algo que el
dispositivo neoliberaljamas podra apropiarse como mercancia y esto es la
subjetividad.
Mauricio
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