viernes, 25 de octubre de 2019

El enigma de la clase trabajadora.


 El enigma de la clase trabajadora.
En las décadas del sesenta y setenta se creía que la clase trabajadora era poseedora de una esencia incólume e inmutable, y que por el solo hecho de estar inscripta en el aparato productivo, era capaz de organizar la salida del sistema capitalista. Hoy en día estas ideas han quedado muy atrás, de manera que no podemos imaginar un “después” de este sistema capitalista, ni tampoco el sujeto histórico que sea capaz de dicha tarea, otrora ese sujeto histórico tenía un nombre propio , proletariado.
Cuatro décadas después la tarea de crear el hombre nuevo la tomo en sus manos el capitalismo, fue el capitalismo en su fase neoliberal quien con su empeño en mantenerse, en durar, fue quien creó el “hombre nuevo”. Este hombre nuevo es constituido por un poder capaz de adueñarse de las subjetividades, llegando incluso hasta los confines de la vida privada. Ese lugar que en otros tiempos era terreno desconocido para el sistema.
Con lo cual podemos ver que tan poderoso es este enemigo, un enemigo que en sus contradicciones y sus crisis encuentra su fuerza, y que con sus herramientas (medios de comunicación, complejo militar industrial, etc.) Es capaz de apoderarse (como ya dijimos) de las subjetividades. Hay una frase de Margaret thatcher que lo grafica muy bien, citamos textual: “la economía es el método, el objetivo es el alma “.
Para la clase trabajadora queda claro entonces que no se trata de ver cómo llevar adelante este objetivo de la” revolución”, de hecho no se tienen las condiciones objetivas ni subjetivas por lo anterior expuesto. ¿Cuál es el papel que deben desarrollar los trabajadores? los trabajadores organizados en sindicatos no solo deben pelear por salario, mejores condiciones laborales, etc. Sino que también deben generar “conciencia” de que somos una clase explotada y que por ende debemos rechazar esta condición (la de explotado) y hacer de este “rechazo” una suerte sendero de el cual no debemos movernos ni un ápice.
Porque creemos que lo simbólico cobra una tremenda relevancia en estos tiempos de des-simbolización, de des-historizacion, de falta de legados simbólicos y pérdida de brújulas. Donde los jóvenes se eternizan como tales en una vida sin causa, y adultos eternamente jóvenes, o que buscan vivir bajo ese mandato (el de ser jóvenes) a cualquier precio. Un tiempo histórico de hombres y mujeres que descubren que su experiencia no ha dejado huella alguna, porque tampoco recibieron en sus vidas, un legado simbólico por el cual luchar.
En un dispositivo con estas características y con un sujeto histórico incapaz de desconectar este dispositivo neoliberal, se trata entonces de insistir, ya no de resistir. La palabra insistencia es una palabra que bien se podría vincular al deseo, porque mas allá de que nos convenzamos de ya no hay más nada que hacer, insistimos igual. Como decía Hannah Arenadt “al final solo nos quedara la persistencia”.
Tenemos entonces que revisar profundamente las teorías que hasta ahora hemos venido siguiendo como si fueran textos sagrados, entender que una hegemonía no es un poder, porque un poder es algo constitutivo, algo que nos atraviesa y que a su vez nos constituye. A diferencia de la hegemonía que es
una articulación “exterior” (por lo general muy endeble) formando así una especie de bloque, una especie de cadena equivalencial articuladora de demandas insatisfechas. Para los trabajadores en urgente entonces generar, no solo nuevos espacios y reinventar su forma de militancia, sino que también debemos generar nuevas teorías. Estas nuevas teorías deben ser sin coartada, es decir, que no borren la división del sujeto, este sujeto que vive en tensión permanente, y que hay algo que el dispositivo neoliberaljamas podra apropiarse como mercancia y esto es la subjetividad.
Mauricio


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