viernes, 25 de octubre de 2019

Maestros, ocho días, dos paros: hechos violentos en las escuelas públicas de Montevideo

Maestros, ocho días, dos paros: hechos violentos en las escuelas públicas de Montevideo
El pasado 29 de agosto y el 5 de setiembre no se dictaron clases en las escuelas de Montevideo. ADEMU (Sindicato de Maestros de Montevideo) decretó, para ambos días, un paro de 24hs, tras constatar agresiones físicas de madres hacia maestras.
Ambas circunstancias ocurren con una semana de distancia. El miércoles 28 una maestra fue agredida en la escuela N° 277. Según los medios de prensa consultados, la madre del alumno fue citada por la escuela para dialogar sobre la situación conductual de su hijo, si bien la conversación transcurrió tranquila y normal, la madre regresó a la hora de la salida y tras gritar una serie de improperios, golpeó en la cara a la docente. El miércoles 4 de setiembre fue agredida otra maestra (escuela N° 20) tras mantener una conversación sobre una situación registrada el día anterior.
En este caso, la madre agredió a la maestra física y verbalmente, no solo golpeándola, sino arrastrándola por el piso, en un acto que marca una denotada violencia en comparación con el hecho de la semana anterior. La medida del paro fue votada y aprobada mediante asamblea en el año 2015. La misma implica el paro automático al otro día lectivo de sucedida la agresión física.
 Dicha acción, presenta como uno de los principales objetivos, el colocar en el ámbito público, la situación educativa de nuestras escuelas, particularmente, los hechos violentos. Si bien es sabido que la violencia es un problema instalado en nuestra sociedad, del cual la misma es testigo, no deja de ser menor que, cada cierto tiempo, se reiteren hechos de esta índole.
Es en este punto donde considero realizar una pausa para llamar a la reflexión. En reiteradas ocasiones la opinión pública juzga esta medida, entendiendo que “el paro no es la solución”. Sin embargo, es importante aclarar que la violencia física, ejercida de un adulto hacia un docente, es el límite. Tras trasgredirlo, los maestros encuentran en ello una oportunidad para activar un mecanismo de visibilización. Visibilizar y reflexionar sobre el hecho en sí, pero también visibilizar otros niveles de violencia que son ejercidos hacia los docentes en las escuelas públicas de nuestro país.
Y si bien, hay dos actores en esta situación: agresor y agredido, en esta nota voy a centrarme en el actor agredido. Los docentes son violentados muchas veces por las familias, insultados y maltratados. Son violentados por el sistema, cuando no les pagan en tiempo y forma lo trabajado. Son violentados con el pago mensual, el cual no alcanza a la media canasta básica, impulsándolos a ejercer la profesión en un doble cargo con las consecuencias psíquicas y emocionales que ello implica, así como la consecuencia a nivel profesional, afectando indirectamente en la calidad de la misma.
Son violentados cuando las autoridades que deberían estar preparadas para aconsejar y guiar, demuestran en reiteradas ocasiones no estar a la altura de las circunstancias sociales, cumpliendo un rol meramente fiscalizador. Son violentados cuando les piden papeles, fichas y planificaciones con secuencias sobre cómo y cuándo se enseñó determinado contenido programático, pero no se brindan estrategias de cómo llevar adelante un salón de clases con más de 30 niños en situaciones críticas, donde la mitad no tiene un hogar constituido, sus familiares directos suelen estar privados de libertad y los ataques psiquiátricos, para los cuales los docentes no están preparados, suelen ser más cotidianos de lo que el sistema elige mostrar.
No es menor, el tema de que estos incidentes suelen darse en contextos socio-culturales críticos, en escuelas denominadas APRENDER, y si bien la violencia no es un tema reflejado solo en los sectores menos favorecidos, es allí donde los problemas vinculares y sociales se exacerban.
Familias que se disputan el poderío barrial, perteneciendo a bandas de narcotraficantes enfrentadas entre sí, mandan a sus hijos a la misma escuela, y a pesar de los esfuerzos realizados a diario por los maestros, la mayoría de los niños no logran convivir de manera pacìfica, sino que por el contrario, estos se organizan en bandas, disputándose el patio a la hora del recreo, nucleando primos, hermanos, tíos, etc.
 Las maestras juegan más un rol coercitivo que educativo, separando peleas, enviando niños a la dirección y citando familias.
Como sociedad, es necesario tomar con seriedad el problema en nuestras manos. Salirnos de las explicaciones y/o soluciones elaboradas y repetidas, aquellas que suelen pensar el acto educativo desde los contenidos a enseñar, los logros a obtener y los resultados a esperar, sin dimensionar que las situaciones violentas que viven a diario muchos de los alumnos que asisten a este tipo de escuelas, penetra en el diario vivir de la misma, distorsionando el acto de enseñar y aprender.
 Repensar las escuelas como instituciones y repensar el rol de los maestros en cada uno de estos recintos se torna esencial. El docente no puede seguir siendo el único referente en lugares donde los conflictos sociales están instalados. Y la escuelas no pueden ser pensadas como aquellos lugares donde el objetivo final es el logro académico. Es así, que entiendo que las escuelas deberían estar atendidas por equipos multidisciplinarios, asistentes sociales, psicólogos, educadores, maestros, adultos, que en equipo, sean capaces de diseñar un proyecto para cada comunidad educativa, proyectos que apuesten a las inteligencias múltiples y a una educación integral, donde el alumno no solo esté en contacto con los contenidos cognitivos programáticos, sino también en contacto con actividades que desarrollen tanto lo físico como lo social y lo emocional, así como también apostar por el conocimiento intra e interpersonal.
Creo en una institución con diversos actores sociales, donde el asistente social, en conjunto con otros actores, tenga un rol activo y determinante en cada comunidad educativa, conociendo e incidiendo en la población que asiste a cada escuela. El maestro no puede seguir, por sí solo, enfrentando realidades complejas para las cuales no está preparado ni correctamente orientado. No es un tema menor indicar que en la carrera hacia la docencia, durante los cuatro años que dura la misma, no existan materias que atiendan desde un aspecto social y psicológico la cuestión social. Urge un cambio de mirada. Desestructurar la violencia, erradicarla de los centros educativos, modificarla, tomarla y transformarla es asunto de todos y por ende es asunto de Estado. Éste debería crear leyes en pro de un mejor vínculo entre el sistema educativo público y la sociedad, tomar medidas que permitan atender a los alumnos y los docentes, en sus múltiples aspectos, brindándoles herramientas más integrales. Pues, como dije anteriormente, la mayoría de los maestros no están preparados, ni emocional ni intelectualmente para comprender las nuevas circunstancias de la sociedad, por ende, no podrán “repararlas” como esta última pretende.
Se hace necesario entender que el problema está instalado, mucho más allá de la violencia en el golpe de una familia hacia una maestra y mucho más allá de los logros o no logros obtenidos por los alumnos, el problema está instalado en un formato educativo antiguo que amerita un cambio profundo. Es el Estado entonces, el que debería de modificar la estructura de la escuela como institución, apostando a una educación integral, incorporando otros actores preparados intelectualmente, analizando y comprendiendo las dinámicas nuevas de la sociedad del hoy.
Es el Estado el que podrá generar un cambio para erradicar la violencia en las escuelas, erradicando el rol solitario que tiene el maestro, vinculándolo a un equipo de profesionales, donde el docente sean un actor más. Desde mi opinión, el núcleo del asunto, no está en la madre que le pegó a la maestra y cómo lograr que otras madres no le peguen a otras maestras. La sociedad y el Estado tienden a minimizar el problema, adjudicándole la culpa a una de las dos partes, o es la familia que agredió y para ello se solicitan penas más duras y ejemplificantes, o son las maestras que no tienen el tacto suficiente para abordar a estas familias y lo único que pueden hacer es decretar un paro. Reduciendo el tema a un hecho aislado y puntual, el Estado evita que el asunto de fondo entre en agenda. Porque en definitiva, lo que está por detrás, es una fragmentación social cada vez más compleja y un sistema educativo obsoleto que no puede dar las respuestas que la sociedad espera.
Tal vez, transformar la educación en su totalidad, implique un costo político que nadie está dispuesto a asumir.
María Fernanda Blanco Maestra y estudiante de la Licenciatura en Desarrollo de la Facultad de Ciencias Sociales
BIBLIOGRAFÍA: ● BLÁZQUEZ y MORATA (2005): “La implementación de las PP: Modelos analíticos y el papel de la administración pública.” en Pérez Sánchez M (2005): Análisis de políticas públicas, Granada. Universidad de Granada, pp 153 - 173. ● DOS SANTOS, C. (2019, 28 de agosto) Maestros de Montevideo para este jueves por agresión a docente. El observador. ● DOS SANTOS, C. (2019, 4 de setiembre) Maestros de Montevideo para este jueves por una nueva agresión a docente. El observador. ● FRANCO, F. (2019, 13 de abril) Algunos episodios de violencia en escuelas y centros de educación media vuelven a plantear el debate de cómo prevenirlos. La Diaria. ● SUBIRATS, J., & DENTE, B. (2014). ¿Cómo entender una decisión de políticas públicas? ¿Necesitamos un modelo? En Decisiones públicas: Análisis y estudio de los procesos de decisión en políticas públicas. Barcelona: Ariel, pp. 35-72 (Cap

1 comentario:

  1. muy interesante nota. Ademu debería actuar con mayor firmeza y a nivel nacional.

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