El
barbijo: señal de status superior uruguayo
Luis
E. Sabini Fernández
https://revistafuturos.noblogs.org/
“Los
problemas complejos tienen soluciones erróneas que son sencillas y fáciles de
comprender.” una de las leyes de Murphy
La
sociedad uruguaya parece haber encontrado una pauta común, a la que adhieren
progresivamente sus habitantes, cada vez en mayor número, con creciente
orgullo, o digamos, cierta superioridad ética o psíquica.
Usar
barbijo. A sol y sombra, Con próximos a la vista o en lejanía. Andando en
bicicleta, en auto.
Quien
usa barbijo mira con sospecha a quien no. Y con creciente desprecio por su
desprolijidad. La sociedad uruguaya, además, es particularmente prolija, por su
“blancura” europea y su modernidad, su urbanismo y escasa ruralidad
permanentemente hostigada a lo largo del tiempo (hay un doble movimiento,
claro, como en la generalidad de los aconteceres humanos; al mismo tiempo hay
todo un culto a lo rural, lo gauchesco); con el urbanísimo batllismo, con el
frenteamplismo y la implantación de Montevideo, como eje del país.
Usar
barbijo da estatus. De cultivado, de socialmente responsable. Nos sabemos casi
de la etiología de esta contagiosa ola de coronavirus; acaba de surgir la info
de que el virus pervive mejor en la mierda, y consiguientemente en nuestros
intestinos y zonas anales que en el sistema respiratorio, con lo cual de pronto
sería más sensato usar pañales que barbijos pero no importa; el asunto es
comportarse correcta y prolijamente. No sabemos si ser, ni lo que se es; pero
parecer.
El
que está infundado en barbijo mira con desdén, temor o repugnancia a quien no
lo lleva puesto.
Ésa
es la superioridad que gratifica al portador.
En
la puerta del supermercado al que tuve que concurrir para obtener un alimento
que no he podido encontrar en almacenes y provisiones “tradicionales”, se
inicia el rito higiénico con porteros que controlan temperatura en muñeca (de
los brazos, no en la de los cochecitos infantiles), aspergan un desinfectante
en las manos, pero a dos metros, exactamente, un camión del reparto del
supermercado permanece, 5, 10, 15 minutos con el motor en marcha, intoxicando
todos los pulmones de la cercanía mientras su tripulación lo carga; en otros
países se multa severamente al usuario de un automotor que permanezca con el
motor encendido sin andar. Pero aquí ni nos “anoticiamos”, o nos retiramos
subrepticia y “educadamente”.
Porque
estamos en un país en que la higiene y la salud son de escaparate; basta ver
cómo nos relacionamos con nuestros propios residuos, primorosamente escondidos
en lo que fueran graciosos contenedorcitos (que a esta altura han perdido toda
su “gracia”).
Usar
barbijo tranquiliza. Nos hace creer que “cumplimos”. Aunque no sepamos bien con
qué.
Y
no hay nada más adormecedor y engañador que una conciencia tranquila.
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