domingo, 21 de marzo de 2021

Ciudad de la Costa

 

La Ciudad de la Costa como botín de unos pocos.

Desde hace unos años la zona que va desde la Barra de Carrasco hasta El arroyo en El Pinar se ha convertido en terreno fértil para toda suerte de especuladores inmobiliarios y capitales de dudoso origen.

Así han desarrollado numerosos negocios en torno a los distintos lagos que están principalmente en Paso Carrasco, Parque Miramar y Shangrila, con barrios semiprivados y construcciones en altura. En torno a los Lagos de Shangrila se van levantando varias torres y hay unas cuantas más para  empezar.

En la rambla de Shangrila se proyecta un complejo hotelero, también en altura, que amenaza ser el comienzo de un nuevo Pocitos en la zona.

También más cerca del Arroyo Pando los especuladores quieren apropiarse de una zona privilegiada.

Todos estos emprendimientos, y otros más, a los que se suma la intención de entregar parte del Roosevelt a privados, son impulsados por la propia Intendencia Canaria, ávida de recaudar a cualquier precio. Lo que tienen en común estos emprendimientos es que van en contra de la normativa que regula desde las alturas permitidas hasta el uso de los Lagos.

Para eso se ha instalado desde la Intendencia una verdadera maquinaria para fabricar “excepciones”. En la Junta se aprueban las excepciones a las normas y están tienen precio.

Para ello la Comuna tiene montada una oficina especial, la agencia de promociones a la inversión, dirigida por Julio Filipinni, donde los inversores hacen lobbie.

La vida de los vecinos de la zona no importa, se rellenan y contaminan Lagos que han sido usados por generaciones de habitantes de los barrios para  pescar o bañarse. Se construyen enormes torres en zonas de viviendas bajas, se talan decenas de miles de árboles en el Parque Roosevelt, pulmón verde del área Metropolitana, se expulsa pescadores con décadas en la costa.

En la balanza de los gobernantes pesa más un Damiani o un Lecueder que miles de vecinos.

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