El sujeto moderno y la lucha por el sentido
Analizar qué entendemos por “sujeto” y cómo toma éste sus decisiones, es
fundamental para comprender el comportamiento electoral de las sociedades
modernas. Las preguntas que nos hacemos en los últimos tiempos apuntan en el
sentido de saber … ¿cómo se puede votar o eligir en contra de sus propios intereses?
Para dilucidar esto hay que entender la volatilidad del pensamiento ─cómo es posible
que una persona se acueste pensando una cosa y amanezca con otra─ y la impotencia
de la voluntad. Para eso tendremos que poner en cuestión (o revisar) la palabra
ideología, y cómo ésta influye en nuestras decisiones cotidianas, pero también el
término “interés”, aquello que siento me beneficia en forma particular.
El sujeto moderno vive lo que Zygmund Bauman llamó la liquidez del pensamiento
político, las mujeres y hombres que buscan cambiar el statu quo, con mayor o menor
fervor, lo hacen desde un accionar lábil, su militancia no encuentre solidez porque todo
es un volver a empezar siempre…infinito.
Las personas desprecian la política porque “es aburrida” el capitalismo en su mutación
neoliberal ha hecho que todo sea entretenimiento. Y entonces podemos ver adultos
infantilizados y jóvenes (y no tanto) en una especie de depresión hedonista.
Un
capitalismo salvaje que ha sabido conjugar (como ya hemos dicho) la falta y el exceso;
es decir, cada vez más se extiende la insaciabilidad y lo que supuestamente va a colmar
esa insaciabilidad, todo ello en un mismo golpe.
Este es el momento histórico que nos está tocando atravesar, y es en este contexto
donde nos toca repensar la política y lo político. En el discurso de los marxistas europeos
encontramos un relato xenófobo solapado cuando declaran que los extranjeros son el
nuevo ejercicito de reserva. En estos “marxistas europeos” hay una vuelta a viejos
conceptos como el de patria, familia, etc., conceptos conservadores que otrora eran
patrimonio de la derecha más conservadora y reaccionaria. Por estos lares, vemos cómo
la derecha irrumpe con un discurso políticamente incorrecto, el que, por momentos y
paradojalmente, lleva a desafiar la autoridad.
En la batalla por el sentido ─y esto sí es un rasgo de época─, los dispositivos del poder
no solo luchan por el sentido, sino que lo producen sistemáticamente. De esta forma
intervienen en la batalla por el sentido común con un arsenal encriptado en algoritmos
donde el combate es, al menos de entrada, bastante desigual.
Mauricio
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