¿Qué FUS queremos?
Cuando las preguntas son un arma …
Hemos cometido, al parecer, un terrible crimen: preguntar cuántos afiliados tiene la FUS
y solicitar respuestas sobre su balance financiero. Lo preguntamos como corresponde,
por los mecanismos internos que corresponde, ejerciendo el legítimo derecho a saber y
el deber de vigilar. Empleamos todos los caminos internos de la FUS, sin resultados.
No hubo respuesta y eso es preocupante porque se incumple con el deber de brindar
información vital para la legitimidad de los representantes que son electos en el
Congreso de FUS. Haciendo una analogía, es lo mismo que no tener certeza sobre
cuántos son los habilitados para votar en las elecciones nacionales. ¿Sería un escándalo
no?
Desde APMU nos planteamos qué hacer ante esta cuestión no menor y luego de un
sonoro silencio por parte de la FUS, decidimos suspender la cotización ─la cotización
retenida asciende a casi 5 millones de pesos─ hasta obtener respuesta. No fue una
decisión fácil, pero fue la única posible después de transitar los caminos orgánicos
infructuosamente.
Después de haber suspendido la cotización, sí tuvimos respuesta, ¡vaya si la tuvimos!
Pero no fue la que esperábamos para poder conocer cuántos son los afiliados de la FUS,
sino que en respuesta sobrevino un ataque furibundo sobre nuestro sindicato. Parece
que el dinero es la frontera infranqueable, el límite de lo soportable. Es mucho decir de
una estructura pretendidamente anticapitalista.
Al silencio inicial le siguió una guerra oficialmente no declarada, pero no por ello menos
intensa. Una y otra vez decenas de manos se levantaron para condenarnos. Dirección
Nacional tras Dirección Nacional ─donde se reúnen las direcciones de los sindicatos de
todo el país de la salud privada─ se aprobó por mayoría la suspensión del derecho a voto
de APMU. Nunca se discutió el fondo de la cuestión, solamente se instó a aceptar que
no habría respuesta, a volver a cotizar para no quedar afuera, para no quedar
autoexcluidos. El manejo del lenguaje es surrealista y el mensaje claro: no se admiten
dudas, solamente la obediencia.
Hubo otro silencio atronador y fue el de muchos compañeros que vieron esta lucha
como si fuera un partido de fútbol entre dos adversarios, en la comodidad de la crítica,
pero con la complicidad de la acción.
La lucha entre David y Goliat tiene de espectadores
a buena parte del movimiento sindical al que no le es ajeno el enfrentamiento, pero que
se excusa en una autonomía sindical para dejar que una estructura burocrática, que
ejerce un poder sin control, aplaste reclamos legítimos.
Estamos en una difícil encrucijada, entre hacer lo fácil o hacer lo correcto.
Hacer lo
correcto en un mundo donde el fin justifica los medios es, por decir lo menos, demodé.
Lo fácil sería mandarle el dinero a la FUS sin cuestionar su accionar y entonces podríamos
seguir nuestro camino sin piedras a cada momento.
Es lo más fácil sin duda alguna, pero
sabiendo que ya no contamos con el alivio de la ignorancia, nos volveríamos cómplices.
Todos luchamos para ganar, pero hay algunas batallas que se ganan solamente por
librarlas, por hacerlas.
Son batallas muy especiales, las que se hacen por nuestros
valores, por nuestras creencias, las que se hacen para dejar una huella donde otros
edificarán un mejor mundo. Desde APMU estamos dando una batalla por mejorar
nuestro sindicato, pero también por mejorar la FUS y el PIT-CNT.
El resultado de esta
batalla es incierto, pero en ella se libra qué FUS queremos y, más ampliamente, qué tipo
de sindicalismo es el necesario para la edificación un mundo más justo y solidario, un
mundo más vivible, más humano.
El hombre se transformó en hombre preguntando, cuestionando.
Hace muchísimo
tiempo atrás se condenó a muerte a un hombre por preguntar con la acusación de
atentar contra los dioses de la ciudad, atentar contra las normas establecidas.
Ese
hombre fue Sócrates, el que antes de traicionarse a sí mismo, bebió la cicuta abrazando
no la muerte, sino otra forma de vida.
Quizá porque si hubiese aceptado la salida más
fácil, la de huir, habría perdido más que la vida, habría perdido su alma.
Rosalba Hunter
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