domingo, 7 de febrero de 2016

HAITI ( tomado de La Posta Porteña)

Raul Zibechi
Brecha 4/2/16
 
La crisis haitiana es bastante más profunda de lo que revela el fraude electoral, y sólo puede explicarse desde la ocupación militar del país, la profundización de la dependencia y la creciente pobreza de las mayorías. La actualización del pasado colonial agudizó todos los problemas de la nación más golpeada del continente.
“La rebelión se sustenta en una nueva conciencia y en nuevas organizaciones nacidas bajo la ocupación”, dice a Brecha Henry Boisrolin, coordinador del Comité Democrático Haitiano, residente en Argentina. De ese modo el activista explica las multitudinarias movilizaciones que forzaron la suspensión indefinida de una cuestionada segunda vuelta electoral. El problema es que el gobierno de Michel Martelly finaliza su período constitucional el domingo 7, dejando un vacío presidencial sin precedentes en la historia de Haití.
“La crisis haitiana no se reduce a la crisis electoral sino que es mucho más profunda. Se relaciona con el fracaso de la ocupación, que no pudo resolver ningún problema de la gente. El sistema de ocupación colonial recurrió históricamente a dictaduras, golpes de Estado y masacres, pero ahora el sistema no puede reproducirse porque hubo un salto cualitativo de la conciencia y la organización en los últimos 30 años, luego de derrocado Duvalier”, sintetiza Boisrolin.
En su opinión, un sistema anclado en la corrupción y la violencia está siendo trabado por la sociedad haitiana, que ha comprendido que “para resolver sus problemas hay que poner fin a la ocupación militar que ya lleva 11 años”. En ese período se sucedieron elecciones, en las que hubo hasta un 75 por ciento de abstención, y la reconstrucción posterior al terremoto de 2010, que fue “un gran negocio para las multinacionales y las ONG”. Sostiene que se llegó a una situación en la que “los de arriba no pueden seguir viviendo como antes y los de abajo no quieren seguir viviendo así”.

Un problema llamado Martelly

“A partir del derrocamiento de Jean-Claude Duvalier, en 1986, el sistema político haitiano ha gravitado entre fuerzas que lo empujan activamente hacia la instauración de un régimen democrático, y otras que incentivan el arraigo de una cultura política autocrática y adversa a un Estado de derecho”, puede leerse en un editorial de la prensa dominicana (Diario Libre, 5-IX-15).
Desde el golpe de Estado contra Jean Bertrand Aristide, el primer presidente elegido democráticamente, un golpe “promovido por la burguesía, la diáspora y los altos mandos militares haitianos” y con fuerte apoyo de Estados Unidos, la situación haitiana se caracterizó por la inestabilidad. Luego de una intervención militar estadounidense, un segundo golpe contra la segunda presidencia de Aristide y la intervención de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas (Minustah), en 2005, llega al gobierno Martelly, aupado por esas mismas fuerzas.
El presidente, que asumió luego de una “una infame segunda vuelta electoral” en 2010, nunca negó sus vínculos con el régimen de François Duvalier, así como “su incuestionable complicidad con la extorsión y apresamiento a figuras de la oposición, como André Michel, su amistad con Woodley Ethéard (alias ‘Sonson la Familia’, líder de una notable banda de secuestradores), y el desinterés de su gobierno por la realización de elecciones legislativas y municipales, pendientes desde hace más de cuatro años” (Diario Libre, 5-IX-15).
Pero lo más escandaloso es el silencio de la comunidad internacional. No ya de Estados Unidos y Francia, cómplices del régimen de Duvalier, los golpes de Estado, la represión y el fraude permanentes, sino sobre todo de los gobiernos progresistas latinoamericanos cuyas fuerzas armadas integran las tropas de ocupación
Fue la masiva irrupción del pueblo haitiano lo que llevó a la OEA y a varios gobiernos a interesarse en una realidad que creían bajo control. En esa irrupción juega un papel importante la crisis económica, con una fuerte devaluación en torno al 80 por ciento, “con hambrunas severas en cuatro de los diez departamentos”, según Boisrolin, a lo que debe sumarse una epidemia de cólera traída por los soldados de la Minustah que se cobró 9 mil muertos y 900 mil infectados, agravada por la expulsión de haitianos de República Dominicana, donde suelen acudir en busca de trabajo. “El gobierno no da salida a ningún problema, y además hay un despilfarro enorme, que bajo Martelly creció de modo exponencial.”

Lucha por el poder

Como suele suceder en estos casos, la crisis económica se convierte en crisis política por la emergencia de esa “nueva conciencia” en la sociedad haitiana, de la que participan incluso sectores medios y hasta parte de la burguesía que comprende la importancia de la soberanía nacional. “Esto ya no es un planteo sólo de la izquierda sino de la inmensa mayoría de los haitianos”, dice el coordinador del Comité Democrático.
Todos los organismos de observación haitianos reconocen que en las elecciones del 9 de agosto hubo fraude, al que algunos asimilan a un golpe de Estado a favor del partido del presidente. “Estados Unidos y Brasil quieren que se acepte que hubo irregularidades, pero como son unas ‘elecciones a la haitiana’, término que revela su racismo, deberían ser válidas. No pensaban que el pueblo haitiano tendría la capacidad de frenar la segunda vuelta”, dispara Boisrolin.
Este fin de semana es el momento clave, ya que se impone un gobierno de transición cuya correlación de fuerzas decidirá el futuro inmediato del país. La propuesta de las fuerzas populares que se han venido movilizando consiste en hacer cabildos abiertos para que la población tome la iniciativa y consiga evitar que su futuro se decida, una vez más, entre cuatro paredes. “Si ponen a Martelly o a sus amigos en un gobierno de transición no va a durar ni un mes”, anticipa Boisrolin.
Lo nuevo es que se ha registrado en los últimos años un crecimiento exponencial de las fuerzas antiimperialistas que reclaman el fin de la ocupación y la no injerencia, lo que ha llevado a muchos sectores, incluida la Iglesia Católica, a rechazar reuniones con la OEA. Luego de 11 años de ocupación quieren resolver los problemas entre haitianos.
Boisrolin define la nueva coyuntura en una apretada síntesis: “Han surgido organizaciones campesinas, barriales y sindicales, ya no son sólo los estudiantes los que salen a la calle, sino la gente que en forma masiva ha forzado la suspensión de la segunda vuelta, con lo que se ha frenado el golpe electoral. Pero ahora queda por ver cómo se integra el gobierno de transición. Martelly y los presidentes de las cámaras quieren estar en ese gobierno. El grupo de ocho partidos de oposición plantea que el presidente de la Suprema Corte de Justicia asuma la presidencia, y la tercera posición es un gobierno de consenso de todas las fuerzas que se movilizaron contra la ocupación. La crisis ha entrado en la fase de lucha por el poder”

Haití Y pega la vuelta



la diaria- viernes 5 de febrero 2016
 
La Coordinadora enviará una “nota” al Ejecutivo para que realice una excepción (*) en la ley y permita el retiro de las tropas en Haití.
La Coordinadora por el Retiro de las Tropas de Haití realizó ayer una conferencia de prensa en la sede del Servicio Paz y Justicia Uruguay (Serpaj) para reafirmar su posición respecto de la presencia de tropas uruguayas en la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah, por sus siglas en francés).
Ya han dado a conocer su postura en otras oportunidades y no tiene matices:
Uruguay debe retirar a sus 250 militares del país centroamericano de manera urgente, para que éstos “no se manchen con la sangre del pueblo haitiano”. Cinco dirigentes detrás de una mesa larga y con un archivo de fondo -en el que se podían ver gruesos cuadernos de “Derechos humanos en Chile” y “No violencia y educación”- manifestaron su profundo rechazo a una misión que en 12 años “no ha cumplido ninguno de los objetivos”, expresó en la rueda de prensa Andrés Olivetti, integrante de la Coordinadora. Informó que enviarán el 18 de febrero al Poder Ejecutivo una “nota” en la que solicitarán el “retiro inmediato” de todas las tropas en Haití. Para que la sociedad civil se interiorice más con esta coyuntura, también se convocará a una movilización.
“Hace 12 años se podía discutir o no si la estabilización de Haití podría prosperar. 12 años después, la situación ha empeorado en todo sentido. Las multinacionales han encontrado los corredores para hacer sus negocios”, condenó Olivetti, y luego parafraseó al ex presidente José Mujica cuando, en noviembre de 2013, advirtió que las tropas uruguayas no pueden transformarse en una “especie de guardia pretoriana”. El canciller Rodolfo Nin Novoa señalaba a El Espectador en enero del año pasado que “si Haití se encamina a un proceso predictatorial, no tiene sentido que los cascos azules uruguayos continúen la misión en ese país”
Los integrantes de la coordinadora consideran que las tropas uruguayas, como las del resto del mundo, no pueden permanecer ni un día más en Haití. Sin embargo, la Mesa Política del Frente Amplio (FA) mandató a sus legisladores a votar en diciembre del año pasado el proyecto de ley que prorroga la Minustah hasta el último mes de 2016
 Algunos diputados oficialistas no se subieron a ese tren, como Luis Puig (Partido por la Victoria del Pueblo) y Óscar Groba (Espacio 609), así como hubo diputados nacionalistas y del Partido Independiente que tampoco lo hicieron. De todas formas, la iniciativa prosperó, y se trazó el horizonte del fin de la misión. Para Mónica Riet, integrante de la coordinadora, en Haití hay organizaciones no gubernamentales que “están lucrando con la desgracia del pueblo haitiano”. Pero manifestó esperanza en que las cosas cambien de rumbo, ya que “el pueblo haitiano y hasta parte de la burguesía le ha dicho ‘basta’ a la ocupación extranjera, no quieren la presencia de la Organización de Naciones Unidas [ONU] y tampoco recibieron a la Organización de Estados Americanos [OEA]”, sostuvo.
Por otra parte, ayer el ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro, dijo a El Observador que si el Consejo de Seguridad de la ONU ordena desplegar tropas, la delegación uruguaya que se ubica en el noreste de Congo se trasladará a Burundi. En Congo actualmente hay 1.193 soldados uruguayos. El ex diputado del Movimiento de Participación Popular (MPP) Esteban Pérez, integrante de la coordinadora, se mostró contrario a esta posibilidad. “Lo que quieren hacer es buscar un recambio para las fuerzas armadas uruguayas para otra misión. Lo que hay que discutir son todas las misiones de paz de la ONU. Hace 50 años que están en África, han ocupado medio continente y no han logrado nada, salvo mantener el régimen colonial”, reflexionó

 
(*) Hay un error en esta información. Lo que se planteará en una carta abierta que se presentará a la presidencia de la República ?firmada por varias organizaciones y personas (incluyendo diputados) es que se APLIQUE estrictamente el artículo 3 de esa ley que faculta el retiro total e inmediato de las tropas si se produjese la situación, que estaba prevista como posible en esa ley, y que se que es EXACTAMENTE esto que ocurre hoy en Haití

 

“Solucionando” el problema de Haití

cargándole nuestro propio problema



Para encontrar la solución a un problema complejo, la ciencia tiene un viejo procedimiento: Reducirlo a problemas más simples hasta llegar a uno de solución conocida, resolverlo, luego ir de vuelta desde la parte resuelta al todo. Obvio, si algo no se puede hacer es para tratar de solucionar la parte, introducir nuevas complejidades sin resolver al problema global.

Mucho se habla de Haití, con un problema complejo. Las instituciones internacionales están preocupadas porque el “presidente” Martelly dejará su cargo este domingo 7 sin haberse realizado una elección -aunque sea trucha- para remplazarlo, y eso provocará un “vacío del poder”. ¿Será eso un problema, o una solución?

Son las mismas instituciones que crearon el problema, sostuvieron al régimen represor de Martelly, organizaron primero y acompañaron su fraude electoral, y hubiesen preferido un pueblo que aceptase resignado su despojo político y la extrema penuria en la que está, y ahora miran “con preocupación” la rebelión de ese pueblo, a la que ellas mismas lo empujaron.

La Unión Europea dice que estuvieron y no vieron que hubiese un “fraude masivo”, tal vez no miraron mucho, tal vez piensen que en Haití si el fraude no es muy obvio no importa. La CELAC fue -con Rodolfo Nin Novoa incluido-, miró, y se fue sin hacer nada; lo mejor que podían hacer. La OEA, que ha intentado rescatar su propio desastre, se va expresando “confianza pero no esperanza” en que los haitianos se arreglen solos, es como decir “suerte en pila”.

Pero es más importante hablar de Uruguay, qué hizo en Haití. La “genialidad” que se les ocurrió a los sucesivos gobiernos uruguayos fue, ya que Haití tiene un problema, “ayudarlo” con algo que solucionase un problema de Uruguay que no ha podido resolver, con el que los haitianos no tienen nada que ver.

Uruguay tiene unas fuerzas armadas inútiles y caras. ¡No sirven ni para custodiar sus propios cuarteles sin que les roben las armas! Han agravado el problema del descontrol de armas en nuestra sociedad, además de otros garrones que por ellas nos comemos.

Entonces, la genial idea era encontrar algo para lo que sirvan los militares, además de recoger basura, y que además les permitan hacer unos mangos a los soldados que ganan sueldos miserables. Las “misiones de paz” de Naciones Unidas eran esa idea, la participación desmedida de Uruguay, un país pequeño con fuerzas armadas inservibles, ineptas para el combate, sin preparación para la guerra moderna ni armas adecuadas ni ganas de combatir.

Y aquí se juntan dos problemas, uno el problema de base, que las “misiones” de la ONU no han servido -en más de medio siglo- para ninguna paz, y lo que hacen en realidad es sostener el neo-colonialismo; antes de embarcarse en algo habría que mirar de frente lo que en verdad es. Y el otro es el “aporte” de Uruguay, que agrava las dos cosas.

Todo eso está en discusión, pese a que se lo ha querido evitar aprobando los envíos de tropas a tapas cerradas. Pero si hay un caso de “misiones de paz” en que el fracaso rompe los ojos, es Haití. Doce años de un proyecto de “estabilización”, en realidad de reconstrucción del Estado neo-colonial por medio de la intervención miliar, que terminan en un colapso.

La participación de los países latinoamericanos en la aventura neo-colonial, y en especial la de “gobiernos de izquierda”, ha sido fundamental para amortiguar la resistencia del pueblo haitiano. El proyecto involucró a las instituciones regionales, OEA, UNSASUR, CELAC, a los gobiernos y las fuerzas políticas “de izquierda”, sus programas y discursos ideológicos. Y por supuesto, las fuerzas armadas, reforzando sus nefastos vínculos con el imperialismo. A su vez el papel rector de Brasil implicó incluir en el proyecto neo-colonial su experimento sub-imperialista. Uruguay se “subió al estribo e Brasil”, a ver si encontraba un lugar confortable dentro del edificio neo-colonial en construcción.

Los sucesivos gobiernos uruguayos, y los del FA que dominaron toda la década, se involucraron a ojos cerrados. Además de ofrecer una “prenda de paz” a la corporación militar, pusieron las expectativas en un nuevo “prestigio internacional” de Uruguay por esa participación. Pero de nuevo, como en la fábula del alacrán y la rana, “no pudieron con su naturaleza”. Un accidente aéreo fatal por la impericia de los pilotos y la irresponsabilidad completa de los mandos y el MDN, y la vejación de un joven haitiano por militares uruguayos que fue vista en todo el mundo, entre otras cosas menos conocidas, fueron el “plus” especial de Uruguay en la MINUSTAH.

Pero todo eso, aun siendo horrible, no es lo peor. Lo peor es que Uruguay en cierta forma DIO ESPERANZAS al pueblo haitiano, con el “presidente más pobre”, ex-guerrillero y amigo. Luis Almagro, siendo canciller del gobierno de Mujica, presionó notoriamente a Martelly para empujarlo a una apertura democrática, y lo amenazó con el retiro total de las tropas uruguayas. El parlamento previó ese retiro, de no haber esa apertura democrática. Y Mujica declaró que Uruguay no sería guardia pretoriana de una dictadura.

Pero cuando las papas pelaron, el gobierno no aguantó la doble presión de la ONU de un lado y la corporación militar del otro, y no cumplió nada de lo dicho. Martelly se sintió con las manos libres para continuar con su proyecto dictatorial. Y se llegó a este resultado calamitoso.

El retiro de Uruguay hubiese podido ser un ejemplo, un estímulo moral para el pueblo haitiano, tal vez seguido por otros gobiernos.

Así, el gobierno uruguayo aportó al agravamiento extremo del problema, obstaculizando una salida pacífica
La violencia que se  pueda desencadenar será su responsabilidad

 
FERNANDO MOYANO
postaporteñ@ 1551 - 2016-02-06 

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