domingo, 5 de abril de 2015

Argentina ,encuentran restos de compañeros


Huesos en los hornos, historias sin olvido

La identificación de los restos de estudiantes de Medicina desaparecidos y asesinados en 1975, conocida la semana pasada, cierra las largas historias de búsqueda de sus familias durante 39 años. "Por un lado, nos da alivio, porque no le dejamos esto de herencia a los hijos. Por el otro, es doloroso. Es una muerte, tenemos que hacer el duelo", explica una familiar.



Cada vez que se identifican los restos de alguien que sufrió una desaparición forzada, cada vez que se les puede asignar con certeza un nombre a los fragmentos óseos que dibujan una silueta humana sobre la mesa de una morgue, se despierta un oleaje del que solemos ver apenas las primeras rompientes. 
En el caso más reciente, de la semana pasada, en la identificación de los restos de estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba que 1975 fueron incinerados en los hornos de La Ochoa, cerca de donde funcionó La Perla, surgen datos que demuestran que los integrantes del Comando Libertadores de América intentaron borrar el rastro de sus asesinatos utilizando un predio militar, incluso antes del golpe del 76.
Es una constatación de importancia para conocer qué es lo que ocurrió y en términos generales así fue valorada. Pero mientras tanto, por lo bajo o después de esas primeras repercusiones, hay un oleaje que persiste y que toca en lo más profundo a personas con años de espera anudados en la garganta.
Ricardo Saibene
Suena el teléfono en Villa Mercedes, San Luis. Atiende Silvia, la esposa de Omar,el hermano de uno de los estudiantes y militantes de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) secuestrados en el Parque Sarmiento.
"¿Usted qué quiere saber?" pregunta. "Porque mi marido es un paciente cardíaco, con cinco bypass. El otro día llamamos a un cardiólogo para que estuviera con nosotros cuando le dimos la noticia".
La noticia: entre los fragmentos de huesos que sobrevivieron a la incineración de los hornos, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) identificó restos de Ricardo Saibene (20 años), el hermano de Omar. El yerno de Silvia. Los tres vivieron en Córdoba. Omar, médico, había regresado a su Villa Mercedes natal con su mujer y acá en Córdoba había quedado su hermano estudiando en el tercer año de Medicina.
"Por un lado", explica Silvia, "es algo que emociona y nos da alivio, porque no le dejamos esto de herencia a los hijos y a los nietos. Por el otro, es algo doloroso. Es una muerte, tenemos que hacer el duelo".
Pasaron 39 años. Silvia recuerda que Omar inmediatamente viajó a Córdoba a intentar buscar a su hermano, hasta que llegaron señales por distintas vías de que no lo tenía que hacer más.
“Mi hermano era un tipo brillante”, recuerda Omar. Raúl vivía por calle Montevideo, en barrio Observatorio. Ahora, Omar y Silvia esperan que su hijo que vive en Córdoba, y que fue quien estuvo en contacto con la Justicia federal y que, junto a su padre, aportó sangre para el cotejo genético, les avise cuándo pueden viajar.
Freddy Sinópoli
Suena el teléfono en Santa Rosa de Conlara, San Luis, a 45 kilómetros de Villa Dolores, Córdoba. Graciela Sinópoli es la hermana de Alfredo, “Freddy” (22 años), otro de los estudiantes de Medicina asesinados tras el secuestro del 6 de diciembre de 1975. Graciela se pasó el día en el teléfono, está cansada, pero no quiere dejar de hablar de su hermano.
"Yo estudiaba abogacía y también militaba en la JUP. Cuando los secuestraron, mi padre, que había tenido cargos en el peronismo, viajó desde San Luis y con un tío mío que era de inteligencia militar hicimos una investigación muy completa. Sabemos que los mataron al poco tiempo. Tal vez nuestra investigación apresuró las cosas". 
Graciela dejó Córdoba. Sus hermanos también regresaron a Conlara desde San Luis y Villa Mercedes. En el campo del padre hubo un allanamiento con un despliegue nunca visto en la zona. Ella se fue a Corrientes durante un tiempo, por si tenía que cruzar a Brasil
"Mi hermano caminaba todos los días 40, 50 cuadras hasta la facultad. Le daba el dinero del colectivo a una persona de la peatonal. El había aprendido primeros auxilios y a colocar inyecciones para ayudar a la gente".
Otra militante de la JUP, estudiante de abogacía como ella y también de San Luis (de Villa Mercedes), Graciela Geuna -que estuvo cautiva en el excentro clandestino de detención de La Perla, y que logró sobrevivir y cuyo testimonio es fundamental en muchas causas judiciales-, le contó en dos cartas a la hermana de Alfredo que preguntó a los represores por los estudiantes de Medicina. Le contestó Luis Manzanelli: "Qué idiotas haberse puesto a charlar frente al Dante. No­sotros salíamos del Destacamento 141, pasamos por allí como siempre, vimos un grupo de jóvenes y sospechamos".
Graciela olvidó la dirección de la casa de Alfredo en Córdoba, pero sabe que había una pileta, porque a su hermano le gustaba nadar, y que incluso iba el hijo de un policía federal al lugar. 
"Siento felicidad por un lado", explica ahora, "porque mi hermano ya no es un NN, pero dolor por todo el recuerdo anterior. Mis padres murieron sabiendo que a mi her­mano lo habían matado, pero 
mi madre seguía esperando que estuviera vivo".
Tras el secuestro, ella acompañó a su padre y a su tío en reuniones con el gobernador Raúl Bercovich Rodríguez (interventor federal) y el ministro de Gobierno que por los reclamos públicos tras los secuestros salió a decir en forma pública que “la Policía de Córdoba no necesita secuestrar, sino detener”.
"Todos los peronistas se hicieron los estúpidos -se queja Graciela- y también todos los profesionales. Y eso que fue en democracia. Menéndez nos dijo en la cara que lo buscáramos en Cuba".
Lila Rosa Gómez Granja
Suena el teléfono en Villa Dolores, pero nadie atiende. Mariano Gómez, hermano de Lila vive en esa ciudad de Traslasierra. Su hermana era la más joven del grupo de cuatro, la novia de Alfredo. 
"La torturaron delante de Alfredo", cuenta uno de los integrantes de la Comisión de la Memoria de Villa Dolores. Lo sabe por la investigación que realizó la familia del joven de Conlara.
La familia de Lila también la estuvo buscando poco después del secuestro. Ana Mirtha Gómez, hermana de la joven, recordó hace poco esa instancia de angustia al declarar como testigo en el megajuicio de La Perla y La Ribera, en el que se investiga entre muchos otros el crimen de los estudiantes de Medicina. 
"A ellos se les cruza un Chevy. Les dicen algo y los suben al auto. A Sinópoli le pegan un culatazo. Después viene otro auto oscuro y se los llevan", recordó hace unas semanas la mujer en diálogo con el periodista Jorge Vasallo de Radio Universidad.
Luis Santillán
Los estudiantes eran cuatro. Tres cursaban la carrera de medicina: Raúl, Alfredo y su novia Lila Rosa. El cuarto, el más grande de todos, con 27 años, era un salteño que estudiaba la Tecnicatura en Radiología: Luis Agustín Santillán. 
Se cree que todos fueron torturados en La Ribera y arrojados a los hornos de La Ochoa, donde los incineraron en el mismo evento. Los huesos recuperados por el Equipo Argentino de Antropología Forense permitieron establecer cuatro perfiles genéticos. Se sospecha que el cuarto, el único que no fue identificado, es el de Luis.
El joven era oriundo de Metán, al sur de Salta. En Córdoba vivía en Villa Altos de Cabrera en un domicilio que fue allanado tras su secuestro. Su hermano Edgardo Santillán vive en la ciudad de Rosario de la Frontera, en el límite entre Tucumán y Salta, y ahora viajará a la capital provincial para aportar la sangre para el cotejo genético. 
La madre de Luis realizó incansables gestiones para intentar saber qué había sido de su hijo. Su hermano Edgardo confía ahora en cerrar esa búsqueda. “Las expectativas son buenas porque las otras personas identificadas son las mismas que estaban con él cuando lo secuestraron”, dijo a La Gaceta de Salta
La lista de Barreiro
Los nombres de los cuatro estudiantes de Medicina integran la lista aportada” por el exjefe de torturadores de La Perla, Ernesto Barreiro, durante el megajucio en el que comparte banquillo con otros represores, como Manzanelli. Esa nómina está integrada por personas que sufrieron la desaparición forzada en 1975, antes del golpe y antes de que Barreiro adquiriera protagonismo en el excentro clandestino. Esa lista, además, la “aportó” el 10 de diciembre del año pasado (en coincidencia con el Día de los Derechos Humanos), dos meses después de que el EAAF encontrara los restos óseos
La información de Barreiro generó muchas dudas sobre sus intenciones. ¿La entregó para conseguir algún beneficio judicial a futuro? 
"Trabajamos sobre datos. Hay fotos. Hay una causa que se llama enterramientos clandestinos. Hay mucha información" dijo a La Voz el año pasado, después de declarar en el juicio y de ser trasladado hasta La Perla para señalar los sitios que supuestamente él había descubierto usando el software de imágenes satelitales Google Earth.
Ese día fue impreciso en un terreno que es muy conocido por los investigadores, porque desde 2003 hay exploraciones en el lugar, incluso con georradares e imágenes de satélites de alta definición. Allí hay tres hornos, pero Barreiro insistía en que había más: cuatro y cinco. Pero no existen. En las inmediaciones hay viejos hornos jesuitas relevados por Patrimonio de la Provincia hace años, y tapados por el monte, pero en La Ochoa hay sólo tres. 
Una posibilidad es que Barreiro crea que hay más de tres hornos porque los programas Google Earth y Google Maps asocian a las coordenadas de las imágenes satelitales las fotografías que tomaron en esos lugares distintos usuarios de Internet. De hecho, si uno se acerca por el navegador satelital hasta esos puntos, Google asocia las fotos de los mismos hornos en varias ocasiones y las numera: horno 1, horno 2 … horno 5… pero son los mismo tres hornos en diferentes fotos.
Entonces: ¿el aporte de esos nombres fue sólo una jugada de Barreiro, Manzanelli y otros represores para anticiparse a lo que ya sabía que iba a ocurrir -la identificación de las víctimas- a partir de la recuperación de los restos óseos?
En la labor de la identificación de las víctimas no fue necesaria la información de Barreiro. El EAAF viene recolectando muestras de sangre cuyo perfil genético se obtienen en el laboratorio del genetista Carlos Vullo. El especialista tiene una base de datos con esas muestras, que luego contrasta con los perfiles genéticos que surge de la recuperación de los restos óseos.
“Los perfiles genéticos de los fragmentos de restos óseos que obtuvimos en los hornos se contrastaron en esa base y hubo tres coincidencias. El genetista sólo tiene los códigos. Nos informó que tenía esas coincidencias y nosotros en nuestra base contrastamos los datos y así obtuvimos las identidades”, explica Anahí Ginarte, titular de la oficina del EAAF en Córdoba.
Algunos trámites burocráticos y las lluvias frenaron las exploraciones en el predio de La Perla. Un terreno de al menos 10 mil hectáreas donde hay varias hipótesis de enterramientos clandestinos. En los hornos todavía faltan excavaciones en el sector de las chimeneas. 
Mientras tanto, los familiares de los estudiantes de Medicina se preparan para las actividades oficiales en las que obtendrán las resoluciones judiciales que cierran una búsqueda de casi cuatro décadas. También recibirán los restos de sus seres queridos. 
No hay ni habrá palabras para contar esos momentos.

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