Una
historia de los medios uruguayos
"URUGUAY:
LAPIDADOS POR LA TV
Caterine,
la hija menor del matrimonio Velázquez, murió en un barrio pobre de Montevideo
por insuficiencia respiratoria. Una pediatra aseguró que la bebé había sido
violada al confundir una pomada para las paspaduras con semen. La policía
detuvo a los padres. La televisión los condenó al instante: no había dudas,
eran violadores y asesinos. Luego la autopsia reveló que la niña murió de una
infección y que no existió abuso. Tres años después, los periodistas y canales
son demandados por daño moral. Una historia de mala praxis, atropello policial
y periodismo carroña.
Ana le
puso Paspol, porque la beba tenía la colita paspada.
Eran los
últimos gramos de un tubo ya estrujado. En la casa de los Velázquez nada se
desaprovecha. Después de untarle la pomada, tiró el tubo vacío y se acostaron.
Ella, su marido Washington y la pequeña Caterine de diez meses en la cama
grande, Natalia de 8 años y María Victoria de 6 compartían -y lo siguen
haciendo- la cama de una sola plaza.
Se
acostaron y durmieron. Todos apretujados para darse calor. Faltaban cinco días
para el invierno. Apenas despertó, Washington se puso la indumentaria verde
oliva y se fue al trabajo. Es empleado del ejército: hace cuchillos y sables
decorativos como los que manipulaban los Blandengues de Artigas, el prócer, el
Padre de la Patria.
Ana
siguió durmiendo un poco más: ese día, 16 de junio de 2009, no tenía que ir a
limpiar ninguna casa ajena. Cuando se despertó, sobre las 10, notó que a
Caterine le costaba respirar y tenía la cara morada. Lo llamó a Washington pero
él no atendió el celular, corrió hasta lo de una vecina y desde ahí llamó a la
emergencia médica de Salud Pública y no la atendieron. Entonces probó con el
número de emergencias 911 y tampoco. Finalmente tuvo suerte en la comisaría del
barrio, la 17. Un patrullero salió hacia el ranchito del barrio Nueva Quinta,
un vecindario que no figura en el mapa de Montevideo.
A las
10.30 de la mañana el móvil policial que ofició de ambulancia los llevó a la
policlínica del barrio Capitán Tula y una hora después, las cámaras de la
televisión mostraban cómo un patrullero se llevaba a Ana Freire, de 30 años, y
a Washington Velázquez, de 40, esposados rumbo a la comisaría, sospechados de
violar y asesinar a su propio hija.
***
Los
movileros de los canales de televisión abierta se enteraron del caso por
escuchar clandestinamente la radio policial desde redacciones o pisos de
estudio. Y allá fueron, a esperar a los presuntos violadores a la salida de la
policlínica. Los acusados salieron con la cabeza gacha, se metieron en un
patrullero con los vidrios bajos en pleno invierno y fueron entrevistados para
todos los informativos capitalinos. Los policías escoltas miraron para otro
lado.
El
movilero Santiago Bernaola le preguntó a Washington:
-¿Violaste
a tu hija?
Otro de
los periodistas presentes era Jean George Almendras, cronista policial de larga
experiencia, muy recordado en Uruguay porque una vez, al perseguir un
delincuente que huía le gritó a su camarógrafo: “¡No te cagués González!”.
Almendras se acercó a Washington:
-¿Tiene
pruebas de que es inocente?
-Soy
inocente –contestó Washington
Almendras
insistió con una pregunta extraña.
-¿Inocente
por qué?
Como si
en Uruguay el derecho y la
Constitución no hubieran dejado claro negro sobre blanco que
lo que se debe probar es la culpabilidad de una persona en un hecho delictivo.
Esa noche, todo el país vio a Washington y Ana yéndose en patrullero.
Esa
mañana, cuando Ana llegó con Caterine a la policlínica de Capitán Tula, Marisol
Souza Garate, pediatra de la
Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE), dijo
que la niña ya era un “fenómeno cadavérico”. La médica igual revisó el cadáver
y encontró un líquido espeso entre las nalgas. No le preguntó a la madre de qué
se trataba, en ese mismo instante concluyó que era semen. Y terminó de
convencerse de que Caterine había sido violada por sus padres al comprobar
dilatación anal.
Para ese
entonces, el camión basurero ya se había llevado de la vereda de la casa de los
Velázquez el frasquito que tenía Paspol, la pomada que Washington conseguía
gratis en el Hospital Militar y así se ahorraba los 80 pesos (4 dólares) que
costaba en una farmacia.
Para
Nicolás Pereyra, abogado de la familia Velázquez, es “inexcusable” el error de
la médica.
-Como
mujer que tuvo hijos, no puede confundir semen con una pomada para la paspadura
de la cola. Y además, en los cadáveres es muy común la dilatación anal. Es
común en los fenómenos cadavéricos -dijo en su despacho del centro de
Montevideo. Sentado a su lado, Washington Velázquez asentía con la cabeza.
El
abogado de la familia enjuició al Estado: a ASSE como responsable del error
médico en el diagnóstico y al Ministerio del Interior. Pidió 750.000 dólares
para resarcir el daño moral de una forma no simbólica, sino a la altura de la
doctrina y la jurisprudencia. La
Justicia falló a favor de los Velázquez y contra el Estado
pero dijo que 11.000 dólares eran suficientes para emparchar el dolor ocasionado.
El caso está a estudio del Tribunal de Apelaciones de segundo turno.
La tele
dijo muchas cosas ese día: Nazario Sampayo de canal 12 dijo que la niña “fue
violada y como consecuencia de ello, llegó al centro de salud muerta”.
***
En el
barrio Nueva Quinta suenan Señora de las cuatro décadas, de Arjona, y Fuiste,
de Gilda. Un vecino de los Velázquez que martilla un clavo contra una madera ve
a Washington y le dice que pase cuando pueda, que tiene que pedirle algo.
Washington, bigotito fino y tabaco La
Paz armado entre los labios, dice que después se da una
vuelta. Ese hombre que martilla es de los pocos que todavía le dirige la
palabra.
La casa
no tiene piso: apenas contrapiso, dos sillas y un mini sofá que ya no da más.
Cada tanto pasan un gato auriblanco y otro negro azabache. De la pared pintada
de celeste furioso cuelga una especie de alfombra con dos patos navegando un
arroyo de aguas mansas. En el horno hay restos de una tarta de fiambre.
Natalia y
María Victoria están de vacaciones y juegan en su pieza: la de los cuatro, sólo
los divide una delgada separación de durlock. Ana Freire, la mamá, busca la
cédula de identidad de Caterine, que está junto al papel de certificado de
defunción.
-Su
segundo nombre era Jazmín, como la flor.
Aquella
mañana, recuerda, Washington se había ido a trabajar y la beba se despertó con
problemas para respirar. Tras varias
llamadas frustradas, la atendieron en la seccional de Policía 17 y en cinco
minutos ahí estuvieron.”
Cesar
Bianchi
REVISTA
DIGITAL "ANFIBIA"
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