sábado, 23 de noviembre de 2013

LA PRENSA CANALLA


LA PRENSA CANALLA
Una historia de los medios uruguayos

"URUGUAY: LAPIDADOS POR LA TV
Caterine, la hija menor del matrimonio Velázquez, murió en un barrio pobre de Montevideo por insuficiencia respiratoria. Una pediatra aseguró que la bebé había sido violada al confundir una pomada para las paspaduras con semen. La policía detuvo a los padres. La televisión los condenó al instante: no había dudas, eran violadores y asesinos. Luego la autopsia reveló que la niña murió de una infección y que no existió abuso. Tres años después, los periodistas y canales son demandados por daño moral. Una historia de mala praxis, atropello policial y periodismo carroña.

Ana le puso Paspol, porque la beba tenía la colita paspada.
Eran los últimos gramos de un tubo ya estrujado. En la casa de los Velázquez nada se desaprovecha. Después de untarle la pomada, tiró el tubo vacío y se acostaron. Ella, su marido Washington y la pequeña Caterine de diez meses en la cama grande, Natalia de 8 años y María Victoria de 6 compartían -y lo siguen haciendo- la cama de una sola plaza.
Se acostaron y durmieron. Todos apretujados para darse calor. Faltaban cinco días para el invierno. Apenas despertó, Washington se puso la indumentaria verde oliva y se fue al trabajo. Es empleado del ejército: hace cuchillos y sables decorativos como los que manipulaban los Blandengues de Artigas, el prócer, el Padre de la Patria.
Ana siguió durmiendo un poco más: ese día, 16 de junio de 2009, no tenía que ir a limpiar ninguna casa ajena. Cuando se despertó, sobre las 10, notó que a Caterine le costaba respirar y tenía la cara morada. Lo llamó a Washington pero él no atendió el celular, corrió hasta lo de una vecina y desde ahí llamó a la emergencia médica de Salud Pública y no la atendieron. Entonces probó con el número de emergencias 911 y tampoco. Finalmente tuvo suerte en la comisaría del barrio, la 17. Un patrullero salió hacia el ranchito del barrio Nueva Quinta, un vecindario que no figura en el mapa de Montevideo.
A las 10.30 de la mañana el móvil policial que ofició de ambulancia los llevó a la policlínica del barrio Capitán Tula y una hora después, las cámaras de la televisión mostraban cómo un patrullero se llevaba a Ana Freire, de 30 años, y a Washington Velázquez, de 40, esposados rumbo a la comisaría, sospechados de violar y asesinar a su propio hija.

***

Los movileros de los canales de televisión abierta se enteraron del caso por escuchar clandestinamente la radio policial desde redacciones o pisos de estudio. Y allá fueron, a esperar a los presuntos violadores a la salida de la policlínica. Los acusados salieron con la cabeza gacha, se metieron en un patrullero con los vidrios bajos en pleno invierno y fueron entrevistados para todos los informativos capitalinos. Los policías escoltas miraron para otro lado.
El movilero Santiago Bernaola le preguntó a Washington:
-¿Violaste a tu hija?
Otro de los periodistas presentes era Jean George Almendras, cronista policial de larga experiencia, muy recordado en Uruguay porque una vez, al perseguir un delincuente que huía le gritó a su camarógrafo: “¡No te cagués González!”. Almendras se acercó a Washington:
-¿Tiene pruebas de que es inocente?
-Soy inocente –contestó Washington
Almendras insistió con una pregunta extraña.
-¿Inocente por qué?
Como si en Uruguay el derecho y la Constitución no hubieran dejado claro negro sobre blanco que lo que se debe probar es la culpabilidad de una persona en un hecho delictivo. Esa noche, todo el país vio a Washington y Ana yéndose en patrullero.
Esa mañana, cuando Ana llegó con Caterine a la policlínica de Capitán Tula, Marisol Souza Garate, pediatra de la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE), dijo que la niña ya era un “fenómeno cadavérico”. La médica igual revisó el cadáver y encontró un líquido espeso entre las nalgas. No le preguntó a la madre de qué se trataba, en ese mismo instante concluyó que era semen. Y terminó de convencerse de que Caterine había sido violada por sus padres al comprobar dilatación anal.
Para ese entonces, el camión basurero ya se había llevado de la vereda de la casa de los Velázquez el frasquito que tenía Paspol, la pomada que Washington conseguía gratis en el Hospital Militar y así se ahorraba los 80 pesos (4 dólares) que costaba en una farmacia.
Para Nicolás Pereyra, abogado de la familia Velázquez, es “inexcusable” el error de la médica.
-Como mujer que tuvo hijos, no puede confundir semen con una pomada para la paspadura de la cola. Y además, en los cadáveres es muy común la dilatación anal. Es común en los fenómenos cadavéricos -dijo en su despacho del centro de Montevideo. Sentado a su lado, Washington Velázquez asentía con la cabeza.




El abogado de la familia enjuició al Estado: a ASSE como responsable del error médico en el diagnóstico y al Ministerio del Interior. Pidió 750.000 dólares para resarcir el daño moral de una forma no simbólica, sino a la altura de la doctrina y la jurisprudencia. La Justicia falló a favor de los Velázquez y contra el Estado pero dijo que 11.000 dólares eran suficientes para emparchar el dolor ocasionado. El caso está a estudio del Tribunal de Apelaciones de segundo turno.
La tele dijo muchas cosas ese día: Nazario Sampayo de canal 12 dijo que la niña “fue violada y como consecuencia de ello, llegó al centro de salud muerta”.

***

En el barrio Nueva Quinta suenan Señora de las cuatro décadas, de Arjona, y Fuiste, de Gilda. Un vecino de los Velázquez que martilla un clavo contra una madera ve a Washington y le dice que pase cuando pueda, que tiene que pedirle algo. Washington, bigotito fino y tabaco La Paz armado entre los labios, dice que después se da una vuelta. Ese hombre que martilla es de los pocos que todavía le dirige la palabra.
La casa no tiene piso: apenas contrapiso, dos sillas y un mini sofá que ya no da más. Cada tanto pasan un gato auriblanco y otro negro azabache. De la pared pintada de celeste furioso cuelga una especie de alfombra con dos patos navegando un arroyo de aguas mansas. En el horno hay restos de una tarta de fiambre.
Natalia y María Victoria están de vacaciones y juegan en su pieza: la de los cuatro, sólo los divide una delgada separación de durlock. Ana Freire, la mamá, busca la cédula de identidad de Caterine, que está junto al papel de certificado de defunción.
-Su segundo nombre era Jazmín, como la flor.
Aquella mañana, recuerda, Washington se había ido a trabajar y la beba se despertó con problemas para respirar.  Tras varias llamadas frustradas, la atendieron en la seccional de Policía 17 y en cinco minutos ahí estuvieron.”
Cesar Bianchi
REVISTA DIGITAL "ANFIBIA" 

No hay comentarios:

Publicar un comentario