El día después
En los últimos días asistimos a algo solamente visto en películas o en los libros de historia, la
expansión de un virus con una propagación vertiginosa.
Se le ha llamado SARS-CoV2 en su forma
científica, y de manera más generalizada, coronavirus.
Tenemos múltiples preguntas como ¿cuánto puede durar en el tiempo?, ¿cuántas vidas se
puede llevar? ¿Cuán vulnerable es nuestro sistema de salud? y ¿cuán preparados están los
países para afrontarlo?
Desde los países más desarrollados hasta países como el nuestro, donde
escasean los recursos materiales y los recursos humanos, la respuesta es la misma: no se sabe
con certeza.
Para todas esas incógnitas se pueden ensayar o elucubrar diferentes respuestas, pero sin duda
aquí hay algo que debemos preguntarnos: ¿qué tan equivocados estábamos cuando se pedía
por diferentes colectivos un mayor aporte económico para invertir en educación y en
investigación?
Y sin embargo, nos acabamos de enterar que nuestra Universidad de la República es capaz de
producir no solo los recursos humanos necesarios sino también aquellas herramientas
materiales para combatir estas pandemias.
Todo eso con un presupuesto tan bajo.
La psicosis que vivimos es producto del miedo de lo que pueda pasar con nosotros como especie,
¿cómo nos sobrepondremos a esta pandemia? ¿De qué manera produciremos alimentos?
¿Cómo haremos para mitigar las consecuencias económicas sobrevendrá?
Sin embargo, a veces
es muy tarde para dar una respuesta a la cual nunca le generaste una pregunta. ¿Cuánto
consideramos que se debía proteger a la población en su conjunto y no expandir la brecha
económica entre los que más tienen y aquellos con una menor ventana de oportunidades?
Mientras en paralelo escuchamos a los principales líderes del mundo hablar con un leguaje
bélico, planteando escenarios de combate a un enemigo invisible, todo esto adornado con
imágenes terroríficas de otras partes del mundo con Instituciones de salud atestadas de gente
y ataúdes uno al lado de otro.
Un escenario distópico.
Pero más allá de las medidas sanitarias que se puedan tomar y que logren un efecto en cuanto
a lo estrictamente epidemiológico, nos preocupa el mañana, el congelamiento de la movilidad
de las personas y su capacidad de consumo, está generando una herida letal al corazón de un
sistema económico capitalista donde tiene como eje central la producción en masa y la
generación de un consumo que haga mover las cuerdas de esta marioneta llamada economía.
Gobiernos de países de Europa con políticas que responden a un liberalismo económico se han
dado cuenta que, ante la aparición de elementos exógenos a la economía como tal, como es la
expansión de este virus, deben recurrir a extensos planes de protección social y económica.
Para
ello, aplican medidas de contención masiva y amparo, planes económicos socializadores como
puede ser la inyección de rentas universales para mantener la rueda girando y hasta en algunos
casos como el de Alemania, se plantea la nacionalización de determinadas empresas ante esta
crisis sanitaria mundial.
Veamos que sucede en Uruguay, hasta el 12 de marzo estaba planteado un fuerte recorte en lo
que era el gasto social, las partidas para educación, salud, enseñanza, investigación;
planteamientos concretos de privatización y liberalización de mercados en el cual nuestras
empresas públicas tienen un rol preponderante, una flexibilización de la regulación del mundo
del trabajo y hasta reformas de la seguridad social. Sin embargo, tan solo un día después nos
dimos cuenta que todo el sector público generaba una gran red de creación y masificación en el
acceso a productos imprescindibles para salir de esta crisis. ¿Implicó este nuevo escenario un
reseteo en cuanto a la ideología de aquellos sectores más conservadores que han llegado al
gobierno? Claramente no.
Lo que están es reacomodando filas para tratar de sobrellevar esta crisis sanitaria de la mejor
manera posible y evitar que no eclosione en una crisis social que haga tambalear su gobierno.
Pero ante este nuevo escenario preguntémonos si en el fondo no hay elementos de
manipulación global que nos guían hacia una nueva forma de explotación del humano por el
humano.
A través de esta crisis irrumpe una nueva modalidad de empleo, el teletrabajo. Esto no es nuevo,
pero su masificación traerá formas inusitadas en la ingeniería de la explotación siempre vigente
en este sistema económico.
¿Cuántos trabajadores quedarán relegados por no entrar en ese “nuevo mercado laboral
tecnológico”? ¿Cómo será la nueva forma de marginación y segregación que viviremos en el
futuro que ahora empieza?
Sin dudas que ya en el pasado esto existió, por ejemplo, cuando se vivió el cambio de matriz de
producción de lanares artesanales a fábricas que masificaban la producción. Pero en esos
momentos la humanidad empezó a conocer una nueva forma explotación con el dueño de la
producción incrementado su ganancia varias veces y apropiándose de la misma a través del
excedente de trabajo de los trabajadores.
Eso que Marx llamaría luego plusvalía.
¿Qué sector económico ganará con esta pandemia? Debemos estar atentos para que no seamos
nosotros, los trabajadores, los que paguemos una vez más las consecuencias de una nueva crisis
mundial.
El momento que vivimos
El planeta nos pidió durante un largo tiempo una pausa
Una bocanada de aire fresco con el cual poder respirar y ser absuelto de este sufrimiento
Sus mares contaminados, sus aires intoxicados sus bosques sin árboles, su existencia sin otro
argumento que seguir el camino de su finitud
Encendió la luz de sus fuegos, vomitó el exceso de sus mares, exhalo bocanadas de huracanes
¡tantas señales nos dio y que no supimos escuchar!, hasta que tomó la decisión más difícil,
intentar desterrar de su cuna a uno de sus hijos, al ser humano.
Para finalmente procurar ser libre de aquello que lo aprisionaba….
Nicolás Correa.
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