Comunicado de prensa
UN
BALANCE INELUDIBLE PARA GENERAR UN GRAN DEBATE NACIONAL
Por
primera vez en 33 años, la aprobación por la Cámara de Diputados de un proyecto
de ley que circunscribe las plantaciones de árboles con fines industriales a
las áreas de prioridad forestal y les fija un tope del 10% del territorio
agropecuario del país, ha provocado un debate público imprescindible sobre los
impactos y los excesos de un modelo de forestación que desbordó los supuestos
de la ley que lo generó.
La Ley
N° 15.939 de 1987 definió como terrenos forestales los que por sus diversas
características fueran "inadecuados para cualquier otra explotación o
destino de carácter permanente y provechoso" y los calificados como de
"prioridad forestal" por el ministerio respectivo "en función de
la aptitud forestal del suelo o razones de utilidad pública", caso este
último que debía comunicarse a la Asamblea General.
Desde
entonces hasta hoy, esas plantaciones multiplicaron 10 veces la zona ocupada
llegando hasta las 1:200.000 hectáreas. En las áreas de prioridad forestal,
disfrutaron de subsidios y exenciones tributarias, que luego se fueron
eliminando. Pero desde 2005 en adelante, la concesión de zonas francas a las
plantas de celulosa le dio al sector y la cadena forestal asociada la hegemonía
sobre todos los demás.
Gracias
a beneficios privilegiados que no dispone ningún otro sector productivo del
país, la cadena forestal-celulósica se fue expandiendo tanto en la adquisición
de tierras como en las plantaciones más allá de las intenciones de aquella ley.
De las tierras forestadas, 29% está fuera de las áreas de prioridad forestal,
un 64% está destinada a la celulosa y casi el 80% pertenece a capitales
extranjeros.
Esa
expansión forestal desplaza a las actividades agrícolas y ganaderas
tradicionales, es una de las causas principales del vaciamiento del campo, al
ser monocultivos de especies exóticas, como el pino y el eucalipto, reducen la
disponibilidad de agua, destruyen la biodiversidad, eliminan nutrientes del
suelo y, junto con las plantas industriales, contaminan aire y aguas
superficiales y subterráneas.
El
proyecto de ley a discusión en el Parlamento no llega a cuestionarse todos los
problemas económicos, sociales y ambientales causados por este proceso, pero
puede ponerle freno a un sector que, al actuar sin límites, está poniendo en
riesgo la integridad del país y la soberanía nacional. La invocada
"política de estado" que dio origen a este fenómeno ha sido
sobrepasada largamente por los hechos.
La
Sociedad de Productores Forestales (SPF), las grandes empresas extranjeras de
forestación y celulosa que la dirigen, invocan "la libertad" de los
productores rurales uruguayos y "estudios científicos" para
justificar su presencia avasalladora. Si fueran partidarios de la libertad, no
deberían escudarse en privilegios económicos, y si se respaldaran en la
ciencia, deberían aceptar investigaciones independientes.
La
manera adecuada de tratarlo debe ser mediante la apertura de una discusión
pública seria, abierta y fundamentada, sobre los impactos y consecuencias de
esta actividad de enorme gravitación en el país. La ocasión debe ser
aprovechada para generar un amplio debate nacional sobre el rol de los
distintos sectores productivos y sobre cuál es la estrategia de desarrollo que
queremos para el futuro del país.
Movimiento
por un Uruguay Sustentable (Movus)
21 de
diciembre de 2020.
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