Condena a ASSE por médica que diagnosticó falsa violación a niña
El Estado deberá indemnizar a los padres y a un tío de una beba que falleció en 2009 y que, erróneamente, una médica de Salud Pública indicó que había sido violada.
La Justicia condenó a la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) a indemnizar con US$ 55 mil a los padres y a un tío de una beba de diez meses que falleció a mediados de 2009 y que una médica alertó, erróneamente, que la causa de muerte había sido una violación cuando en verdad la pequeña perdió la vida debido a una infección en los pulmones.
La incorrecta constatación realizada por la profesional que trabajaba para un centro asistencial de ASSE, que confundió crema para paspaduras con semen, motivó que los padres y uno de los tíos de la niña fueran detenidos e indagados por el aparente abuso que no se probó, por lo que fueron liberados al día siguiente.
El caso, que en su momento generó un importante debate sobre el manejo de la información policial, motivó que el Ministerio del Interior indemnizara en 2012 a la familia con US$ 22 mil y los tres canales abiertos privados de Montevideo (4,10 y 12) aceptaron pagar US$ 12 mil por haber divulgado la identidad de la familia y los detalles de una violación de la que no existieron pruebas. El impacto mediático del supuesto episodio llevó a que un grupo de vecinos de los padres de la niña fallecida incendiara la modesta vivienda de la pareja, ubicada en el barrio 1º de Mayo.
Ahora, en una sentencia dictada el miércoles 11, el juez de lo contencioso administrativo Pablo Eguren condenó a ASSE a pagar US$ 20 mil a cada uno de los padres de la beba fallecida y US$ 15 mil al tío de la pequeña.
“Invaluable”
“Es claro que en el caso, además de la pérdida de la hija y sobrina, se produce un daño que no es pasible de valoración económica ya que la privación de libertad en circunstancias de sospecha, de homicidio y violación de la hija y sobrina, más la trascendencia pública de dicha situación, se torna invaluable”, asegura la sentencia de primera instancia dictada por el juez Eguren, que podrá ser apelada por ASSE.
La médica que constató la muerte de la pequeña confundió crema para paspaduras con semen. El fallo del juez Eguren, al que accedió El Observador, critica a la profesional porque en forma “irresponsable, casi obtusa” continuó sosteniendo su diagnóstico, aún cuando la indagatoria penal había descartado un abuso sexual contra la beba.
Esa situación, sostiene la sentencia, lleva a que exista responsabilidad del Estado (en este caso ASSE) debido al “accionar” de la médica que intervino en el caso de la niña.
Incluso, el juez señala que al prestar declaración la médica negó haber asegurado que la beba había sido violada, pero en el juzgado se le exhibieron las imágenes de declaraciones a medios televisivos que brindó en ese momento en los que afirmó que en su opinión pudo existir el abuso.
En la sentencia, el juez Eguren señala que “no existe forma de imaginar el dolor padecido” por los reclamantes, que en el juicio fueron representados por el abogado Nicolás Pereyra, y que originalmente reclamaron a ASSE una indemnización de US$ 200 mil, cifra que fue considerada “excesiva” por el magistrado, que valuó el daño total padecido por la familia en US$ 55 mil.
El caso
En la mañana del 16 de junio de 2009 una mujer llamó al Servicio 911 porque su hija de 10 meses presentaba serios problemas respiratorios. A los pocos minutos llegó a la humilde vivienda del barrio 1º de Mayo un móvil de la seccional 17 que trasladó a la madre y a la beba al centro de salud Badano Repetto, que depende de ASSE.
En el centro asistencial público, la médica que atendió a la pequeña certificó su fallecimiento y señaló que se trató de una muerte “violenta” y con “probable violación”. Ante eso, la Policía detuvo a los padres y un tío de la niña, al tiempo que otras dos hijas de la pareja (que por entonces tenían 8 y 6 años) fueron trasladadas al mismo centro asistencial donde fueron revisadas por personal médico en busca de signos físicos de posibles abusos.
Al día siguiente, es decir el 17 de junio de 2009, los indagados fueron conducidos ante el juez penal Juan Carlos Fernández Lecchini, que archivó el caso y dispuso la liberación de los detenidos. La decisión del juez se basó en que un perito forense del Poder Judicial determinó que la niña falleció a causa de “infección pulmonar” y descartó la existencia de una situación de abuso sexual.
A continuacion reproducimos nota publicada en 2013 por "LA FRAGUA"
sábado, 23 de noviembre de 2013
LA PRENSA CANALLA
Una historia de los medios uruguayos
"URUGUAY: LAPIDADOS POR LA TV
Caterine, la hija menor del matrimonio Velázquez, murió en un barrio pobre de Montevideo por insuficiencia respiratoria. Una pediatra aseguró que la bebé había sido violada al confundir una pomada para las paspaduras con semen. La policía detuvo a los padres. La televisión los condenó al instante: no había dudas, eran violadores y asesinos. Luego la autopsia reveló que la niña murió de una infección y que no existió abuso. Tres años después, los periodistas y canales son demandados por daño moral. Una historia de mala praxis, atropello policial y periodismo carroña.
Ana le puso Paspol, porque la beba tenía la colita paspada.
Eran los últimos gramos de un tubo ya estrujado. En la casa de los Velázquez nada se desaprovecha. Después de untarle la pomada, tiró el tubo vacío y se acostaron. Ella, su marido Washington y la pequeña Caterine de diez meses en la cama grande, Natalia de 8 años y María Victoria de 6 compartían -y lo siguen haciendo- la cama de una sola plaza.
Se acostaron y durmieron. Todos apretujados para darse calor. Faltaban cinco días para el invierno. Apenas despertó, Washington se puso la indumentaria verde oliva y se fue al trabajo. Es empleado del ejército: hace cuchillos y sables decorativos como los que manipulaban los Blandengues de Artigas, el prócer, el Padre de la Patria.
Ana siguió durmiendo un poco más: ese día, 16 de junio de 2009, no tenía que ir a limpiar ninguna casa ajena. Cuando se despertó, sobre las 10, notó que a Caterine le costaba respirar y tenía la cara morada. Lo llamó a Washington pero él no atendió el celular, corrió hasta lo de una vecina y desde ahí llamó a la emergencia médica de Salud Pública y no la atendieron. Entonces probó con el número de emergencias 911 y tampoco. Finalmente tuvo suerte en la comisaría del barrio, la 17. Un patrullero salió hacia el ranchito del barrio Nueva Quinta, un vecindario que no figura en el mapa de Montevideo.
A las 10.30 de la mañana el móvil policial que ofició de ambulancia los llevó a la policlínica del barrio Capitán Tula y una hora después, las cámaras de la televisión mostraban cómo un patrullero se llevaba a Ana Freire, de 30 años, y a Washington Velázquez, de 40, esposados rumbo a la comisaría, sospechados de violar y asesinar a su propio hija.
***
Los movileros de los canales de televisión abierta se enteraron del caso por escuchar clandestinamente la radio policial desde redacciones o pisos de estudio. Y allá fueron, a esperar a los presuntos violadores a la salida de la policlínica. Los acusados salieron con la cabeza gacha, se metieron en un patrullero con los vidrios bajos en pleno invierno y fueron entrevistados para todos los informativos capitalinos. Los policías escoltas miraron para otro lado.
El movilero Santiago Bernaola le preguntó a Washington:
-¿Violaste a tu hija?
Otro de los periodistas presentes era Jean George Almendras, cronista policial de larga experiencia, muy recordado en Uruguay porque una vez, al perseguir un delincuente que huía le gritó a su camarógrafo: “¡No te cagués González!”. Almendras se acercó a Washington:
-¿Tiene pruebas de que es inocente?
-Soy inocente –contestó Washington
Almendras insistió con una pregunta extraña.
-¿Inocente por qué?
Como si en Uruguay el derecho y la Constitución no hubieran dejado claro negro sobre blanco que lo que se debe probar es la culpabilidad de una persona en un hecho delictivo. Esa noche, todo el país vio a Washington y Ana yéndose en patrullero.
Esa mañana, cuando Ana llegó con Caterine a la policlínica de Capitán Tula, Marisol Souza Garate, pediatra de la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE), dijo que la niña ya era un “fenómeno cadavérico”. La médica igual revisó el cadáver y encontró un líquido espeso entre las nalgas. No le preguntó a la madre de qué se trataba, en ese mismo instante concluyó que era semen. Y terminó de convencerse de que Caterine había sido violada por sus padres al comprobar dilatación anal.
Para ese entonces, el camión basurero ya se había llevado de la vereda de la casa de los Velázquez el frasquito que tenía Paspol, la pomada que Washington conseguía gratis en el Hospital Militar y así se ahorraba los 80 pesos (4 dólares) que costaba en una farmacia.
Para Nicolás Pereyra, abogado de la familia Velázquez, es “inexcusable” el error de la médica.
-Como mujer que tuvo hijos, no puede confundir semen con una pomada para la paspadura de la cola. Y además, en los cadáveres es muy común la dilatación anal. Es común en los fenómenos cadavéricos -dijo en su despacho del centro de Montevideo. Sentado a su lado, Washington Velázquez asentía con la cabeza.
El abogado de la familia enjuició al Estado: a ASSE como responsable del error médico en el diagnóstico y al Ministerio del Interior. Pidió 750.000 dólares para resarcir el daño moral de una forma no simbólica, sino a la altura de la doctrina y la jurisprudencia. La Justicia falló a favor de los Velázquez y contra el Estado pero dijo que 11.000 dólares eran suficientes para emparchar el dolor ocasionado. El caso está a estudio del Tribunal de Apelaciones de segundo turno.
La tele dijo muchas cosas ese día: Nazario Sampayo de canal 12 dijo que la niña “fue violada y como consecuencia de ello, llegó al centro de salud muerta”.
***
En el barrio Nueva Quinta suenan Señora de las cuatro décadas, de Arjona, y Fuiste, de Gilda. Un vecino de los Velázquez que martilla un clavo contra una madera ve a Washington y le dice que pase cuando pueda, que tiene que pedirle algo. Washington, bigotito fino y tabaco La Paz armado entre los labios, dice que después se da una vuelta. Ese hombre que martilla es de los pocos que todavía le dirige la palabra.
La casa no tiene piso: apenas contrapiso, dos sillas y un mini sofá que ya no da más. Cada tanto pasan un gato auriblanco y otro negro azabache. De la pared pintada de celeste furioso cuelga una especie de alfombra con dos patos navegando un arroyo de aguas mansas. En el horno hay restos de una tarta de fiambre.
Natalia y María Victoria están de vacaciones y juegan en su pieza: la de los cuatro, sólo los divide una delgada separación de durlock. Ana Freire, la mamá, busca la cédula de identidad de Caterine, que está junto al papel de certificado de defunción.
-Su segundo nombre era Jazmín, como la flor.
Aquella mañana, recuerda, Washington se había ido a trabajar y la beba se despertó con problemas para respirar. Tras varias llamadas frustradas, la atendieron en la seccional de Policía 17 y en cinco minutos ahí estuvieron.”
Cesar Bianchi
REVISTA DIGITAL "ANFIBIA"
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