De enemigos y compañeros
En un contexto donde el progresismo se erige como la bandera de la izquierda uruguaya, es imperativo cuestionar si realmente esta corriente cumple con las expectativas de un movimiento que debería ser, por esencia, transformador y radical. La realidad nos muestra que el progresismo ha devenido en una versión diluida de lo que alguna vez fue una izquierda combativa. La necesidad de una nueva izquierda, potente, teórica y práctica, se torna más urgente que nunca.
Jean-Paul Sartre, en su obra "Problemas del Marxismo 1", se refiere al militante aventurero, aquel que se lanza a la acción sin una comprensión profunda de la teoría que lo sustenta. Este tipo de militante es el que se ha apoderado de la narrativa progresista en Uruguay: una acción vacía de contenido, un activismo que grita pero no piensa. La izquierda uruguaya actual necesita urgentemente dejar de lado esta mentalidad superficial y volver a las raíces del pensamiento crítico, abrazando la teoría de Marx y Sartre como herramientas de análisis y acción.
En lugar de apelar a un lenguaje que divide a los traidores en "compañeros", debemos tener la valentía de llamar a las cosas por su nombre. La traición a los principios de la izquierda debe ser denunciada con firmeza; no hay espacio para el eufemismo. El verdadero enemigo es aquel que, desde dentro, socava los cimientos de una lucha justa y equitativa. La construcción de un lenguaje popular que refleje esta realidad es crucial. La izquierda no puede permitirse la cobardía de disfrazar la traición con palabras amables. La lucha es contra el sistema, y el sistema tiene rostros claros que deben ser señalados.
Además, es fundamental crear escuelas de pensamiento que fomenten la reflexión crítica y el análisis profundo. No podemos permitir que la militancia se convierta en una moda pasajera, donde las ideas se intercambian como si fueran stickers en una colección. Necesitamos un espacio donde se debatan las ideas de Marx y Sartre, donde se desmenuce el capitalismo y se busquen alternativas verdaderas. La teoría debe ser el pilar que sostenga la praxis; de lo contrario, estamos condenados a repetir los errores del pasado.
Es necesario recordar que la izquierda no es un club social para hablar de "políticas inclusivas" mientras se ignoran las realidades de la gente. El
progresismo ha mostrado ser un lobo con piel de oveja, una fachada que oculta su incapacidad para desafiar al poder establecido. La izquierda debería ser ese espacio que cuestiona constantemente, que no se conforma con pequeñas reformas, sino que lucha por una transformación radical de la sociedad.
En resumen, la urgencia de crear una izquierda potente y
actual en Uruguay es innegable. Debemos romper con el anacronismo de un
discurso que ya no representa a las masas y que se ha convertido en un mero eco
de la complacencia. La denuncia de la corrupción debe ser un pilar central de
esta nueva izquierda, y el lenguaje que utilicemos debe ser claro y
contundente. Sartre y Marx son nuestros aliados en esta lucha, y es hora de que
la teoría y la praxis se entrelacen en un movimiento que no solo represente,
sino que también desafíe y transforme. La oportunidad está ahí, y no podemos
dejarla pasar.
Mauricio Moreira
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