Sobre el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto
*LO QUE RECORDAMOS EN EL DÍA DE LA MEMORIA*
Franco Bifo Berardi, CTXT 26/1/2024
La
violencia a la que fueron sometidos los judíos en la década del 40 es
la misma que sufrieron los pueblos colonizados de Asia, África y América
en diferentes momentos. La misma que hoy está arrasando Gaza.
Cuando
enseñaba en el instituto nocturno para adultos, cada año dedicaba mucho
espacio al Día de la Memoria que se conmemora cada 27 de enero. Un día
propuse hacer un ensayo sobre el tema y Claude, uno de los estudiantes,
escribió algo sorprendente. Claude, un chico senegalés, muy preparado
pero bastante taciturno, escribió que no entendía por qué cada año se
recuerdan los sufrimientos de los judíos, y no hay un día dedicado a
recordar los inmensos y prolongados sufrimientos de los africanos, el
tráfico de los negros y la esclavitud.
No
pude evitar responderle y dediqué toda la siguiente lección a su tema,
dije que la memoria europea se centra en un acontecimiento que, aunque
de enorme importancia, no es el único holocausto de la historia. Luego
hablé de las grandes olas de exterminio racista: el exterminio de cuatro
quintas partes de la población indígena de América del Sur por los
colonizadores españoles; del genocidio perfecto de las poblaciones de
América del Norte; hablé del hecho de que los colonizadores ingleses del
continente australiano, hasta hace 70 años, podían matar legalmente a
tiros a un aborigen. Concluí que, al recordar el holocausto de los
judíos, pretendemos honrar la memoria de todos aquellos que, en todos
los continentes, sufrieron la violencia de la raza blanca, cristiana y
occidental exterminadora.
Si
todavía estuviera enseñando a estudiantes adultos y en su mayoría
extranjeros, como lo hice hasta hace diez años, creo que hoy daría una
respuesta más detallada. Este año, de hecho, cualquiera que pretenda
celebrar (como es correcto) el Día de la Memoria debería recordar que
Hitler es uno de los exterminadores de los que está llena la historia
moderna.
En
su Discours sur le colonialisme de 1951, el poeta y político francés
Aimé Césaire escribió: «Lo que los europeos no perdonan a Hitler no es
el crimen en sí, el crimen contra la humanidad, la humillación del ser
humano en sí, sino el crimen contra el hombre blanco, la humillación del
hombre blanco. Lo que no se puede perdonar a Hitler es el hecho de que
aplicó en Europa las técnicas coloniales aceptadas con los árabes en
Argelia, los culis de la India y los negros de África».
*PUESTO QUE EL OLVIDO NO ESTÁ PERMITIDO*
Llegados
a este punto, confieso que no soy un gran aficionado a las memorias. De
hecho, creo que todos seríamos más felices si fuéramos capaces de
olvidar. Pero 3 mil años de guerra de odio y de Biblia han demostrado
que no somos capaces de hacerlo. No somos capaces de olvidar el mal que
hemos recibido, el recuerdo nos obsesiona y nos empuja a replicar el
mal, a utilizar contra los más débiles la violencia que hemos sufrido
por parte de quienes eran más fuertes que nosotros. Por tanto, ya que el
olvido no nos está permitido, sea bienvenida la memoria; pero es bueno
que la memoria sea respetuosa de la verdad.
La
primera verdad que recordamos es que los judíos fueron víctimas de una
inmensa violencia por parte del régimen de Hitler y por parte de todos
los pueblos europeos: los franceses, los polacos, los italianos, los
rumanos, los ucranianos, que en gran medida apoyaron la persecución de
los judíos. La segunda verdad es que ese exterminio es solo uno de los
muchos con los que el supremacismo blanco ha subyugado a los pueblos del
mundo durante siglos, obligándolos a sufrir la explotación colonial. La
violencia a la que fueron sometidos los judíos en la década del 40 es
la misma violencia a la que fueron sometidos los pueblos colonizados de
Asia, África y América en diferentes momentos.
Este
año, en particular, todos entienden que la campaña genocida que se está
llevando a cabo en Gaza redefine brutalmente el significado mismo de
nuestra memoria del pasado.
La
violencia racista y colonialista de Israel no empezó en los últimos
tres meses; comenzó en 1948 con la deportación forzosa de 700 mil
palestinos y continuó con la creación de un régimen de apartheid, con la
continua humillación de los palestinos por las tropas israelíes, con la
destrucción sistemática de hogares palestinos en Cisjordania, con la
multiplicación de los asentamientos coloniales armados que han puesto a
Cisjordania bajo control militar. Desde 2007, Gaza es un auténtico campo
de concentración, del que era imposible escapar y en el que la vida
cotidiana es imposible por las continuas agresiones.
En
los últimos años habíamos creído que la cuestión se resolvía con la
humillación definitiva de los palestinos, pero la atroz venganza del 7
de octubre obligó a todos a comprender que no era así. Después de esa
fecha, la respuesta de Israel se volvió tan parecida a un genocidio que
nadie en el mundo puede ignorar lo que muchos no sabían hasta el 7 de
octubre: durante 75 años los palestinos han sido sometidos a
deportaciones, discriminación étnica, internamiento en campos de
exterminio, asesinatos aleatorios y selectivos.
En
Europa hoy está prohibido contar estas verdades que ningún historiador
puede negar. Los responsables del exterminio del pueblo judío se
convirtieron en partidarios de la colonización israelí en Palestina.
Aquellos de los europeos que fueron más antisemitas en el pasado,
aquellos que son más abiertamente fascistas en el presente, son hoy los
partidarios más inflexibles del sionismo. Debemos decir estas cosas el
Día de la Memoria si no queremos repetir palabras retóricas, hipócritas y
falsas.
*MÁS ALLÁ DE LA MEMORIA*
Sin
embargo, mientras ejercitamos nuestra memoria, sería apropiado
ejercitar también nuestra imaginación y nuestra predicción del futuro.
El efecto causado por la agresión israelí ha ampliado el abismo entre el
colonialismo y el mundo colonizado, y exacerba el odio racial, que
ahora se vuelve de manera convergente contra el mundo blanco.
En
un artículo publicado en Al Jazeera el 17 de enero de 2024, Saul
Takahashi, profesor de la Universidad de Osaka, Japón, afirma que la
guerra contra Gaza será la tumba de la hegemonía occidental sobre el
mundo: «Al apoyar las atrocidades de Israel en Gaza, Occidente arruinó
lo que quedaba de su credibilidad y llevó la crisis del orden
internacional regulado a un punto sin retorno».
Creo
que Takahashi tiene razón: en todo el mundo se percibe a Israel como la
avanzada del colonialismo occidental. Una parte de la comunidad judía,
especialmente en la diáspora, es hoy perfectamente consciente de la
inaceptabilidad de las mentiras israelíes. Israelism (2023), el
documental de Eric Axelman y Sam Eilertse, dos cineastas judíos, muestra
la mezcla de supremacismo y fanatismo etnorreligioso que ha tomado
forma en la cultura israelí y en el evangelismo racista trumpista
norteamericano. Y muestra cómo la fusión entre el colonialismo secular y
el fundamentalismo religioso ha producido efectos de agresión y
opresión sistemáticas.
Gaza
se ha convertido en el núcleo de una revuelta ética de proporciones
globales: el mundo blanco defiende agresivamente el sionismo genocida,
pero se encuentra cada vez más aislado, asediado por un odio creciente, y
también por la revuelta de los jóvenes, ante todos los estudiantes
judíos estadounidenses.
El
juicio que Sudáfrica abrió en La Haya contra las políticas israelíes
denuncia un genocidio que está a la vista de todos: las acciones de
Netanyahu y las palabras explícitas de muchos de los líderes políticos y
militares de su país apuntan a la eliminación de toda una generación de
palestinos. Para miles de millones de personas en el planeta, el
proceso de La Haya reactiva la memoria de lo que el colonialismo ha
hecho y sigue haciendo con la explotación, el extractivismo y el
exterminio.
Además,
parece que las palabras Free Palestine condensan el sentimiento
predominante entre la generación emergente. En manifestaciones públicas y
en las redes sociales, estas dos palabras se repiten mil millones de
veces cada día.
Pero
¿qué significa esta identificación de los jóvenes con Palestina? ¿Acaso
Palestina ofrece una estrategia para el futuro con la que
identificarse? No me lo parece. Quienes gritan en las calles o escriben
«Palestina libre» en las redes sociales no se identifican con Hamás, ni
con el islamismo, ni con el nacionalismo árabe o iraní. Se identifican
con la desesperación, con la ausencia de un futuro de los palestinos,
aplastados por décadas de agresión y mentiras.
La
revuelta ética contra el exterminio de civiles en Gaza coagula la
desesperación de una generación que ya no ve salida al colapso
geopolítico que la guerra está extendiendo, al colapso climático que no
se quiere ni se puede detener y a la desintegración de la civilización
social provocada por el neoliberalismo.
Desde esta desesperación debemos hablar en el Día de la Memoria.
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