Biografías rotas. El capitalismo en su mutación neoliberal ha adoptado la forma de
excepción, se desarrolla en una especie de estado de excepción. El mismo se
comporta como una fuerza acéfala e ilimitada, dando la idea de eternidad. No lo
es, pero es el sistema que mejor representa dicha idea, ya que no podemos
imaginar donde está el corte, donde está su fin. Hasta
ahora lo único que sabemos es que la historia no tiene un devenir necesario y
que el capitalismo no trae su destrucción inmanente (dentro de sí mismo) al
contrario justamente ésta "destrucción" es la que lo retroalimenta.
Haciendo un poco de historia reciente en el año 2008 la crisis de Lehman
Brothers fue una excusa perfecta para una nueva acumulación y un nuevo
reordenamiento de las relaciones capital-trabajo. Desde entonces quedó
al descubierto que las grandes empresas mundiales al igual que los bancos no
necesitan imperiosamente de ésta fórmula capital-trabajo, ya que ahora el
desempleado también integra esta lógica del consumidor-consumido. Con un
dispositivo de éstas características ¿Es posible pensar un afuera? ¿Somos
capaces de reconocer la frontera del capitalismo? La respuesta a éstas
preguntas es no. Lo que si podemos y debemos es poner un freno a este tren
desbocado que marcha a toda velocidad. Como ya hemos expresado anteriormente el discurso capitalista es un
movimiento circular, es decir, no dialectico. Éste sistema que ha sabido
conjugar la falta y el exceso en un mismo golpe, donde por un lado se extiende
la insaciabilidad y a la vez el exceso. Como si con cada vaso de agua que
bebemos aumentara la sed. En esta lógica “liquida" al decir de Zygmunt Bauman. La
inter-relación entre la clase trabajadora también ha tomado ésta forma de
liquidez. Esta situación se va dando en todo el mundo ya que la precariedad de
los trabajos (y todavía hay actores políticos que quieren flexibilizar aún más
las condiciones y relaciones laborales) hace que los individuos no permanezcan
mucho tiempo en un lugar y trabajo determinado. Por lo tanto no hay
organizaciones sindicales fuertes y tampoco deja un hiato, un espacio para
articular los relatos, solo quedan biografías rotas.
Mauricio Moreira
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