Oro por cuentas de vidrio…
Tenemos un modelo de país que cruje. Después de siglos, seguimos
vendiendo vacas, carne, troncos, alimentos, etc., lo que
modernamente se llama commodities, antes denominadas materias
primas.
El sueño de la prosperidad colectiva está atado, desde tiempos
inmemoriales, a la industrialización puesto que ésta supone más
divisas, más dinero. El intercambio comercial entre productos
primarios e industriales, siempre se saldó, hasta ahora, a favor de los
segundos. Nunca fue negocio vender árboles e importar papel.
Además, la actividad industrial era intensiva en mano de obra. Énfasis
en la palabra era. El proceso de tecnificación y el auge de la
inteligencia artificial es potencialmente el Armagedón de los puestos
de trabajo. El proceso de tecnificación ha sido imparable y está
desplazando mano de obra a un ritmo de vértigo. El trabajo como tal
no va a desaparecer, pero el empleo, sí.
Los inversores siempre fueron cobardes y avaros. Uruguay está
salpicado de zonas francas, de exoneraciones impositivas, de
prebendas de todo tipo con el fin de atraerlos y nunca es suficiente.
No pagan el suelo que pisan, las paredes que los cubren, tienen
exoneraciones impositivas respecto a las compras que realizan, tiene
impunidad para erosionar nuestros suelos, contaminar nuestras aguas
y envenenar nuestros alimentos con agrotóxicos. Las ganancias que
obtienen no quedan en el país, sino que se la llevan a sus casas
matrices. Y, por si esto fuera poco tampoco queda el know how (el
cómo se hace), como lo demuestra lo inhóspito de nuestro parque
industrial. ¿Y a cambio de qué, realizamos como país, esta apuesta
tan arriesgada? Lo hacemos a cambio de una inyección de dinero
circunstancial, de un aumento del empleo también circunstancial y
para una reactivación de la economía más esperanzadora que real.
Terminamos sacrificando el bien mayor y de largo plazo por
cuestiones coyunturales. Ahí está UPM y YAZAQUI como botón de la
muestra. Ante el altar del crecimiento sacrificamos desde nuestra
alma, hasta la Naturaleza misma.
¿No será hora de cambiar las reglas de juego? ¿No será hora de
actuar como país independiente y no con la mentalidad de un
vasallo?
Habida cuenta de que hasta ahora ponerle alfombra roja a las
inversiones no nos ha servido para salir del pozo del subdesarrollo, y
teniendo en cuenta la forma vergonzosa en que se retira YASAQUI de
nuestro país, ¿no habrá que pensar en poner reglas que protejan, no
solamente una concepción nacional de desarrollo, sino el trabajo y
empleo de nuestros compatriotas?
R Hunter Indart
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