jueves, 22 de agosto de 2019

Necrosindicalismo

Necrosindicalismo Cualquiera sea la caracterización de nuestra Federación (FUS) hay un hecho que se impone: el carácter autoritario de sus principales dirigentes. Esto se manifiesta de múltiples formas, desde una conducción “caudillesca”, “personal”, hasta la manera poco transparente en que estos “dirigentes” manejan a la Federación. La liviandad con la que se niegan a dar la información es vox populisiendo de público conocimiento el reclamo que como minoría hacemos. ¿Dónde están los 33,350 afiliados que dicen tener? No es ni capricho, ni insustancial las preguntas que hacemos, refieren a principios tan importantes como la democracia y transparencia. Para nosotros está muy claro que esta cantidad de afiliados no existe. Sí, se entendió bien, esta cantidad de afiliados no existe. ¿Cuánto tiempo más podrán ocultarlo? ¿Cuándo los militantes de esta Federación se levantarán para exigir que todo esto se aclare? Porque como reza el dicho: “Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo…se puede engañar a algunos todo el tiempo…pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Como ya hemos expresado en otras oportunidades aquí, no creemos que la historia sea teleológica (que tenga un devenir necesario), pero en este caso afirmamos que, más temprano que tarde la “verdad” saldrá a luz. Estos “dirigentes” lo tienen muy claro, de otra manera no se explica la forma en que se manifiestan en cada ámbito (direcciones nacionales etc.) acusando a la minoría de querer dividir a la Federación sin dar ellos mismos ningún paso para responder a estas legítimas dudas. Todo esto sin mencionar la cantidad de adjetivos y calificativos que allí se esgrimen, llegando aponer en duda incluso la salud mental de algunos de nosotros. Así de bajos son los golpes…actúan como el ladrón que cree que todos son de su misma condición. Lo novedoso de estas burocracias sindicales, es haberse despojado de sus inhibiciones y complejos, es decir, ejercen una pose desinhibida, desacomplejada, sin barreras morales ni éticas; esto ya no es un problema para ellos, son asesinos a sangre fría (digno de una novela de Truman Capote) de sus hermanos de clase. Son mercenarios del movimiento sindical avalados por un escandaloso silencio, un silencio parecido al de los cementerios. Podemos denominar esta práctica entonces como necrosindicalismo. Conjugación entre esta práctica mafiosa y silencio cómplice, entre culpa y miedo. En definitiva, una manera de hacer sindicalismo que hiere de muerte a la esperanza de las nuevas generaciones de militantes. Nos preguntamos entonces: ¿Qué tipo de santidad laica deberá hacerse presente para un despertar ético y sacar a las compañeras y los compañeros de este silencio de los cementerios? Un despertar que logre deconstruir el discurso grandilocuente que han logrado instalar durante tantos años. Un discurso que dé cuenta de una Federación preocupada y ocupada en los problemas de quienes la componen y no como eslabón político partidario. Es una tarea muy difícil la de generar condiciones objetivas para un “despertar ético” colectivo que redireccione las políticas en cuanto a la interna de nuestra Federación. Pero tenemos el deber de intentar un cambio de rumbo y debemos tratar de pensar una nueva forma de militancia, para que la luz al final del túnel no sea la de un tren que viene de frente. Mauricio Moreira

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