miércoles, 9 de mayo de 2018

César Vallejo, el poeta de la esperanza

César Vallejo, el poeta de la esperanza

Se cumplen 80 años de la muerte del autor de "Los heraldos negros" y "Trilce". Su genio y vanguardia se reflejaron en una obra que marcó generaciones.
Vallejo pronosticó su propia muerte. Lo hizo en "Piedra negra sobre piedra blanca", poema en el que un aguacero en París eran telón para su último aliento. Pequeñas diferencias no hacen menos grande la coincidencia: el escritor murió un Viernes Santo en Francia un 15 de abril hace 80 años.
La muerte no fue la única idea alrededor de la cual giraban los escritos de Vallejo, quien se desarrolló en terrenos poéticos tanto como en prosa y hasta en la dramaturgia. Su originalidad radica en su enfoque en temas sustanciales del ser humano, así que también la vida y el dolor fueron materia central de su exploración. "Hay golpes en la vida tan fuertes como el odio de Dios", dice en "Los heraldos negros" y manifestó su convicción de que había nacido "un día que  Dios estuvo enfermo, grave" en "Espergesia". La vida y la muerte en su pluma.
Santiago de Chuco vio nacer a uno de los más grandes escritores peruanos en 1892. César Vallejo fue hijo de Francisco de Paula Vallejo Benites y María de los Santos Mendoza Gurrionero. Fue llamado el shulca, "último" en quechua, porque era el menor de 11 hermanos. Entre 1900 y 1904 cursó estudios primarios en la Escuela Municipal y luego en el Centro Escolar 271 de su tierra natal. Entre 1905 y 1907 estudia en el colegio San Nicolás de Huamachuco, pero en ese último año lo hace como alumno libre, por carecer de recursos.
Tras pasar un par de años junto con sus padres, en 1910 se matricula en la Facultad de Letras de la Universidad de Trujillo, pero abandona los estudios. En 1911 pasó un breve tiempo en Lima como alumno de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Las dificultades económicas lo hacen volver atrás nuevamente, aunque esta etapa influye claramente en su poesía, al utilizar términos anatómicos en su obra.

Las obras de César Vallejo abarcaron la poesía, la narrativa y el teatro. | Fuente: RPP Noticias
En 1913 inicia el primer año de Letras en la Universidad de Trujillo y se dedica a la docencia. Publica sus primeros poemas, que más adelante formarían parte de "Los heraldos negros". En 1915 la muerte de su hermano Miguel lo afectaría profundamente. Asimismo la partida de María Rosa Sandoval, con quien mantuvo un romance en 1916.
Vallejo frecuentó a los más importantes intelectuales peruanos de la época. Abraham Valdelomar, José María Eguren y Manuel González Prada. Con el primero guarda una anécdota particular: "Los heraldos negros" se termina de imprimir en 1918, pero se publica recién en 1919. La razón es que Vallejo esperaba que Valdelomar escribirá el prólogo, el cual nunca llegó debido a las muchas actividades del vate iqueño.INCIDENTE EN SANTIAGO DE CHUCO
En agosto de 1920 César Vallejo regresa a Trujillo y más tarde se ve envuelto en un incidente que termina llevándolo a la cárcel, donde permanece durante 112 días. Es liberado en febrero de 1921 y regresa a Lima para corregir el libro que se llamaría "Trilce". Esta obra, emblemática de la poesía universal, se publica finalmente en 1922 con un prólogo de Antenor Orrego. Como sucede muchas veces, en su momento no recibió comentarios importantes, pero su trascendencia se puede sentir hasta el día de hoy.

En imágenes, el escritor siempre se mostró taciturno, como sus escritos.
En 1923 Vallejo llegó a la que consideraba la ciudad de sus sueños, París. Aunque al principio su vida ahí fue todo menos un sueño. No tenía trabajo ni lugar fijo para dormir, pero encontró en el músico y pianista peruano Alfonso de Silva un hombre en el que apoyarse. 
En 1925 su situación mejora pues comienza a traducir libros del francés al español. Por esas épocas conoce a Georgette Philippart, quien se convierte en su interés amoroso y más tarde en su esposa. Desde entonces viaja por muchos países de Europa, incluyendo Rusia -eran conocidas sus convicciones revolucionarias marxistas-. Por esta época escribe varias piezas de teatro. En 1931 pulbica "El Tungsteno" y "Rusia en 1931. Reflexiones al pien del Kremlin".
Se casa con Georgette en 1934 y dos años después el estallido de la Guerra Civil española reaviva su militancia. A inicios de 1938 se siente enfermo y se somete a análisis clínicos. Sufre de fiebres y escalofríos. No logran precisar qué enfermedad tiene.
Sus últimas palabras, dictadas a Georgette, son "Cualquiera que sea la causa que tenga que defender ante Dios, más allá de la muerte, tengo un defensor: Dios".
Amor prohibido
Subes centelleante de labios y de ojeras!
Por tus venas subo, como un can herido
que busca el refugio de blandas aceras.
Amor, en el mundo tú eres un pecado!
Mi beso en la punta chispeante del cuerno
del diablo; mi beso que es credo sagrado!
Espíritu en el horópter que pasa
¡puro en su blasfemia!
¡el corazón que engendra al cerebro!
que pasa hacia el tuyo, por mi barro triste.
¡Platónico estambre
que existe en el cáliz donde tu alma existe!
¿Algún penitente silencio siniestro?
¿Tú acaso lo escuchas? Inocente flor!
… Y saber que donde no hay un Padrenuestro,
el Amor es un Cristo pecador!
Ausente
Ausente! La mañana en que me vaya
más lejos de lo lejos, al Misterio,
como siguiendo inevitable raya,
tus pies resbalarán al cementerio.
Ausente! La mañana en que a la playa
del mar de sombra y del callado imperio,
como un pájaro lúgubre me vaya,
será el blanco panteón tu cautiverio.
Se habrá hecho de noche en tus miradas;
y sufrirás, y tomarás entonces
penitentes blancuras laceradas.
Ausente! Y en tus propios sufrimientos
ha de cruzar entre un llorar de bronces
una jauría de remordimientos!
Bordas de hielo
Vengo a verte pasar todos los días,
vaporcito encantado siempre lejos…
Tus ojos son dos rubios capitanes;
tu labio es un brevísimo pañuelo
rojo que ondea ¡en un adiós de sangre!
Vengo a verte pasar; hasta que un día,
embriagada de tiempo y de crueldad,
vaporcito encantado siempre lejos,
la estrella de la tarde partirá!
Las jarcias; vientos que traicionan; vientos
de mujer que pasó!
Tus fríos capitanes darán orden;
y quien habrá partido seré yo.
Desnudo en barro
Como horribles batracios a la atmósfera,
suben visajes lúgubres al labio.
Por el Sahara azul de la Sustancia
camina un verso gris, un dromedario.
Fosforece un mohín de sueños crueles.
Y el ciego que murió lleno de voces
de nieve. Y madrugar, poeta, nómada,
al crudísimo día de ser hombre.
Las Horas van febriles, y en los ángulos
abortan rubios siglos de ventura.
¡Quién tira tanto el hilo: quién descuelga
sin piedad nuestros nervios,
cordeles ya gastados, a la tumba!
¡Amor! Y tú también. Pedradas negras
se engendran en tu máscara y la rompen.
¡La tumba es todavía
un sexo de mujer que atrae al hombre!
El poeta a su amada
Amada, en esta noche tú te has crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernes santo más dulce que ese beso.
En esta noche clara que tanto me has mirado,
la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso.
En esta noche de setiembre se ha oficiado
mi segunda caída y el más humano beso.
Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;
se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.
Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos;
ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura
los dos nos dormiremos, como dos hermanitos.

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