Luis E. Sabini Fernández,
26-11-2025
La violencia
En mi vida particular siempre fui
escéptico de los golpes de mano guerrilleros que experimenté o de los que supe
en el Cono Sur (aunque algunos simpatiquísimos y prácticamente todos con enorme
apuesta personal, de “entrega a la causa”), porque me resultaban potencialmente
autócratas, facilitando con demasiada velocidad el entronizamiento de otros
dirigentes, siempre a costa del protagonismo de “la gente como uno”.
Tales
mis vivencias respecto de la guerrilla latinoamericana, particularmente,
dispuesta con mucho coraje y entrega, pero también ceguera. Así acordé con el
testimonio de un exagente secreto cubano, hijo del famoso guerrillero argentino
Ricardo Masetti, ungido por Guevara para crear un foco revolucionario en sus
planes “continentales” para el sur americano, quien prácticamente apenas si
pudo poner en pie dicho emprendimiento. El hijo, argentino pero criado en Cuba,
Jorge Masetti, fue educado y capacitado como agente revolucionario. Fidel
quería hacer con el hijo lo que no pudo con el padre. Y ya totalmente “a punto”
renunció a ese camino, cuando vio la seguidilla de fracasos guerrilleros
latinoamericanos (y una etapa subsiguiente, casi inevitable: delincuencia común
y silvestre). Comentó entonces: “Qué suerte que no ganamos”¹
Palestina
Todo este preámbulo para reconocer que
la violencia existente en Palestina es distinta, radicalmente distinta. La violencia
de abajo, desde los palestinos, es apenas la respuesta, ante la maquinaria
israelí que es apabullante.
La imagen del niño o los niños con piedras
delante de un tanque es de una precisión extraordinaria para mostrar los quantum de cada lado. La autodefensa así, el
contraataque civil, desesperado, como el de la jovencita amenazante que blandía
en la calle una tijera de costura, porque no podía más y fue muerta a tiros sin
mediaciones (y sin necesidad). Porque así reprime Israel, de un modo brutal, aniquilador,
sin ley aunque con exceso de técnica.²[2]
Estamos ante un tratamiento peculiar del
enemigo. Lo ha dicho y reiterado Netanyahu y otros dirigentes: combaten a
animales, no a humanos, o sí, son humanos, pero amalecitas. Y su dios les ha
dado permiso, hace unos miles de años, para matarlos (véase Éxodo, de la Biblia).
Es un permiso de larga, larguísima
duración. Porque según las “Escrituras” ese conflicto sobrevino en tiempos muy
remotos. Y “goza” de excelente vigencia en pleno siglo 21.
¿Pero quién le dijo a Netanyahu que los
palestinos son (los) amalecitas?
El comportamiento de la población
israelí es llamativo. Veamos a los colonos en Cisjordania. Nunca autorizados
por la ONU, pero asentándose de facto, en territorio internacionalmente
reconocido como palestino, con la anuencia no expresa del gobierno israelí.
Hace unos años, eran decenas de miles y en grupetes, amparados por el ejército
─israelí─ que acompañaba pasivamente las operaciones de hostigamiento, se
acercaban a las aldeas palestinas y las apedreaban, dañaban los olivares, los
limoneros. Hachas, cascotes, a veces producían heridas. Ahora, los colonos son
cientos de miles ─siempre amparados por el ejército que acompaña a retaguardia─,
se agrupan en bandas de decenas o centenares, armados ellos mismos, y arrasan
una aldea palestina, dañando viviendas, instalaciones, cultivos, vehículos y a
menudo los cuerpos de palestinos que encuentran a su paso. Tratando de generar
terror.
Últimamente, el ejército tomó la
iniciativa: so pretexto de buscar “terroristas” ha destruido barrios enteros,
con población civil palestina, desarmada: destruye, en rigor, todos los
elementos materiales de la vida social, viviendas, ropas, jardines, juguetes,
libros, enseres. La gente queda con lo puesto y a menudo sin hogar. Luego, el
ejército ha rematado sus operativos diezmando a los pobladores. Las familias,
generalmente numerosas en Palestina, quedan así entrecortadas, rotos sus
vínculos, en el mismo momento en que se han quedado sin vivienda, o sin muebles
o sin sus medios de vida. Y a menudo sin familiares, asesinados en una infame
dosis diaria, casi hasta ahora.
Es prácticamente la política de “tierra
arrasada” que se atribuye a algunas invasiones como la de los hunos, “bárbaros”
de los siglos 4 y 5 de la era cristiana.
Desde hace ya décadas, vamos viendo los
efectos del Plan Yinon anunciado por Israel a principios de la década de los
’80. Oded Yinon, analista militar, diseñó un plan para descomponer a los
estados circundantes a Israel en unidades políticas menores y así más
manejables; entendía apropiado para los intereses israelíes, particionar al
Líbano en dos o tres; a Egipto en cinco o seis; a Irak en otros tres y a Sudán
en dos… y así sucesivamente.
Vemos que la acción israelí, abierta o
mediante “coberturas” tipo DAESH, ha ido logrando escalonadamente, sus
objetivos tanto en el Magreb norafricano como en Asia Occidental; Libia, Irak,
Siria, Sudán, Líbano, Palestina han sido modificadas, deglutidas, despedazados
por la política de agresión y desgaste israelí, siempre secundada,
materialmente, por EE.UU. que ha funcionado como furgón de cola y
abastecimiento de la maquinaria imparable israelí.
Ese apoyo incondicional de EE.UU. a la
geopolítica israelí tiene varias explicaciones; hay un cierto paralelismo en
los desarrollos históricos de EE.UU. e Israel, aunque en muy diferentes
coyunturas históricas. Una base religiosa relativamente común, porque los
protestantes son los cristianos que revalorizaron aspectos del Antiguo
Testamento, que es el núcleo ideológico de la religión judía. Y son los
colonizadores de América del Norte, exterminadores de la población autóctona.
Con la Biblia en la mano.
Pero sobre todo, porque al fin de la 2GM,
cuando EE.UU. corta vínculos con la obsoleta Sociedad de Naciones (fenecida por
extinción en 1946) y funda “su” ONU (octubre 1945), la élite WASP, fundadora de
EE.UU., ya había sido parcialmente sustituida por la élite judía a través de
una serie de artilugios: think tanks, la
intelectualidad judía tiene cada vez mayor peso; la Reserva Federal (el capital
financiero judío pasa a ser mayoritario entre los diez bancos fundadores, en
1913); Hollywood (de siete grandes empresas, seis serán en los ’30 de propiedad
y dirección judía, así cada vez más las imágenes de EE.UU., serán producidas
con ojos judíos; y sobre todo mediante la financiación dispendiosa al personal
político estadounidense, para lo cual en 1954 se funda AIPAC.³[3] Sin
tales subsidios se le convertiría muy trabajosa la inserción social a la
mayoría de tales legisladores.
Por eso una de las imágenes más simplonas
y equivocadas de ciertos analistas de política internacional ha sido, y
frecuentemente, invocar al ‘submarino de la Armada de EE.UU.’ para hablar de Israel
en el Cercano Oriente. Más acertada parece la imagen (tail wagging the dog), muy conocida dentro del pensamiento
crítico estadounidense, de que la cola mueve al perro.
Dos hechos recientes, en la órbita de la
ONU, el viejo instrumento que EE.UU. se arrogó al final de la 2GM para ordenar
y/o administrar el mundo, nos muestra hasta qué punto Israel lleva la voz
cantante, cambiando incluso las modalidades de dominio.
Hasta hace poco, muy poco, el poder
solía ocultar sus rostros, o fauces, y solía encubrir sus acciones mediante
“voluntad de paz”, “búsqueda de fines democráticos”, “conciliación”,
allanamiento de dificultades”. Al fin y al cabo, el resultado de la 2GM, en
1945, fue la victoria contra todo tipo de dictaduras (quedaba allí, “tras la
cortina”, una diz que proletaria, y por lo mismo totalmente distinta a las
conocidas hasta entonces; también quedaba la de Franco en España, pero esta
última ─como tantas otras de América “Latina”─ formaba parte de aquella
política pragmática yanqui de cuidar al hijo de puta si es “nuestro”).
Es decir, la defensa de lo democrático
tenía su dificultad, pero se invocaba.
1. El 11 de noviembre de 2025 el
Consejo de Seguridad de la ONU ha tomado una resolución “sobre el conflicto en
Gaza” que exonera de todo cargo a Israel. Aceptando tácitamente el papel de
víctima del “terrorismo de Hamás” que Israel se ha autoasignado, eludiendo todo
el infame tratamiento, extorsivo, constrictivo, abusivo que Israel aplicara por
décadas a la Franja de Gaza ─y que están en la base del comportamiento de Hamás
del 7 oct. 2023. Israel no sufre así ni un rasguño político (ni económico) con
la resolución.
Ni siquiera tendrán que dar cuenta de los
asesinatos colectivos y sus monstruosas “equivalencias” en vidas humanas,⁴[4] ni
indemnizar por el brutal daño ocasionado a un territorio que parece triturado y
machacado como pocas veces se ha visto. Ni afrontar los gastos que demandarán
la recuperación de suelo, viviendas, redes de comunicación y sanitarias, ni por
el restablecimiento de hospitales, sin mencionar los miles de seres humanos
destrozados por el solo hecho de vivir en el círculo del infierno diseñado por
Israel.
El presidente de EE.UU. con aspiraciones
a mantener la hegemonía que recayó en 1945 sobre elos, se atribuye ahora una
virtual presidencia o gobernación de la Franja de Gaza, para ─proclama─ su
reconstrucción, buscando siempre, la prosperidad (lo único bueno en este
proceder sería quitarle a Israel las tenazas sobre ese territorio, pero lo
pongo en condicional, porque no es precisamente Trump quien decide).
El Plan estima dos años para la
recuperación urbanística y edilicia. Dado el daño a la vista, su extensión y
alcance, parece exiguo el plazo.
Algún aspecto positivo tiene: se
abandona la idea del exilio forzoso de los gazatíes, tan promovida por el
gobierno israelí. Al contrario, al menos en la letra, la resolución declara
voluntad expresa de que permanezcan sus habitantes históricos en la Franja.
De todos modos, el plan no esconde sus
búsquedas de negocios: traer muchos capitales para crear zonas de confort, no
para los gazatíes precisamente, sino para los milmillonarios que Jared Kushner
tanto se afanara por atraer al futuro resort de
Gaza.
No podemos olvidar que prospecciones han
verificado la presencia de al menos gas en el Mediterráneo a la altura de la
Franja de Gaza. Y que la regencia transnacional e imperial que procuran
encarnar Trump y Blair ─nada menos─ tienen marcada preferencia por la
prosperidad… propia.
ONU no le exige cuentas a Israel.
Siempre absuelto de todo. Por derecho de nacimiento, tenemos que suponer. Pero
además, de hecho, ONU restablece el colonialismo puro y duro: un poder
imperial, ─EE.UU.─ designa “rey y virrey” de esos dominios, Trump y Blair, para
restablecer el ámbito colonial. Solo que no es el colonialismo israelí, sino el
estadounidense.
La tarea que se asignan los jefes
colonizadores es ardua: se proponen “cambiar las mentalidades y los relatos
palestinos”, para persuadir, por lo visto, a estos salvajes “de los beneficios
que puede reportar la paz.” (¡sic!)
Si estos maestros pedagogos ─Blair y
Trump─ quisieran proclamar las virtudes de la paz, tendrían que dirigirse con
urgencia a la formación política sionista, que ha hecho a lo largo de cien años
siempre un camino de violencia, no de paz, un camino de guerra y conquista,
invadiendo tierras ya ocupadas milenariamente, mediante dudosa documentación
bíblica. Confundiendo deliberadamente religión y leyenda con historia
documental.
La resolución del 11 nov. 2025
correspondió al Consejo de Seguridad de ONU ampliado; no ya los 5 originarios
(EE.UU. R.U., Francia, Rusia, China) sino además los actuales miembros:
Argentina, Italia, España, México, Colombia, Pakistán, Corea del Sur, Turquía,
Indonesia y Alemania.
Apenas dos abstenciones (con magra
fundamentación) de Rusia y China. Nadie preguntó, ninguna de las 15
representaciones nacionales, por qué a Israel su comportamiento violento,
racista y genocida, le sale gratis.
Lúcidos, y valientes, designados o
funcionarios de la mismísima ONU, a lo largo de tiempo, como Francesca
Albanese, Susan Akram o Richard Falk en tiempos recientes e incluso Folke
Bernadotte en los mismos inicios de la ONU, y tantos otros, no alcanzan para
contrabalancear el papel imperial, luego neoimperial que, aun con retaceos y
recortes, cumple, sigue cumpliendo la ONU.
2. El 21 de noviembre. de 2025, la
Asamblea General de la ONU emitió un dictamen contra el uso de la tortura. El
plenario contaba con 176 delegaciones nacionales y fue aprobado por abrumadora
mayoría (hubo 4 abstenciones; todo un interrogante, entre ellos las de
Nicaragua y Rusia), pero sobre todo, contó con la oposición encendida de tres
representaciones nacionales: EE.UU., Israel y Argentina. Que defendieron,
entonces, eso precisamente; el uso de la tortura.
Nubarrones oscuros campean en nuestro
presente: ya no sólo se usa la tortura; hay quienes la postulan, al mejor
estilo de dictaduras como las famosas “latinoamericanas” de Trujillo o
Pinochet, o la del sha iraní y, sobre todo hoy día, como las muy perfeccionadas
de Israel y su racionalísimo sistema de dominio que incluye tantos tipos de
tortura.
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