EXTERMINANDO AL PUEBLO PALESTINO
LA ONU Y “EL JEFE”: DISCRECIONALIDAD Y DESMEMORIA
Luis E. Sabini Fernández
https://revistafuturos.noblogs.org
El
ministro de finanzas de Israel (observe el lector el área a su cargo)
Bezalel Smotrich ha declarado, una vez más: “que la agencia de
inteligencia [sic] israelí, el Mossad, haga aquello ‘para lo que fue
entrenado’ que es eliminar a […] todo el mundo”.
Entiende además
que: “de ahora en adelante sólo deberíamos hablar con proyectiles y
bombas en Rafah lo más rápido y fuerte posible.”
Rafah, ciudad
menor de la Franja de Gaza, contaba con unos veinte mil habitantes, y
luego del copamiento violento y aparentemente sorpresivo del 7 de
octubre al cuartel regional israelí y kibutzim aledaños por parte de
organizaciones armadas palestinas, y que el ejército israelí respondiera
con bombardeos e incursiones −que desmantelaron la ciudad capital de
Gaza y carreteras aledañas dejando un tendal de escombros y un
desconocido número de víctimas allí enterradas vivas− a buena parte de
la población gazatí se la “arreó” hacia el sur, a Rafah, precisamente.
Hay ahora más de un millón de gazatíes precariamente instalados en
carpas “providencialmente” provistas al efecto en Rafah, ahora
expandido. Con las privaciones que Israel administra, regula, dosifica
desde 2006 para toda la FdG, de agua, alimentos, higiene, asistencia
médica, sueño…
A esa población apiñada, hambrienta,
desfalleciente, se refiere Smotrich. Para sólo usar bombas y
proyectiles. Tarea fácil, además de cobarde. Porque trata de eliminar
esa población. Palestinos. Matados, desde comienzos del s XX, a
millares, de a uno, por decenas, según las coyunturas, y que Smotrich y
su gente quiere ahora pasar a millones.
La citas incompletas del
inicio de estas líneas se completan con proyectiles y bombas que dicen
ser para “Hamás”, y con eliminar “a los jefes de Hamás”. Pero todos
sabemos que arrasar campamentos con cientos de miles de seres humanos no
se hace para matar a los jefes sino para “matar a todos”.
Eso lo sabe cualquier cronista como el que esto escribe.
Ahora,
¿a quién o a qué se le acepta que mate a decenas, centenares, miles sin
decir ni mu? ¿A quién o a qué se le acepta que proclame matar a miles,
millones de seres humanos, sin decir ni mu? ¿A quiénes o a qué se le
acepta, callada, distraídamente, proclamar un genocidio?
En el
mundo actual, en el s xxi, no veo otra entidad con tal desfachatez que a
Israel, o en todo caso, a la entente judeocristiana conservadora, que
en EE.UU. se denomina cristianos sionistas y en Israel sionistas o
judíos a secas.
¿De dónde proviene esa excepcionalidad? En buena
medida, es apenas reflejo de un ejercicio del poder sin límites que un
supremacismo −que se articula entre élites de EE.UU., el Reino Unido e
Israel− se autoatribuye.
Para ello cuenta con una suerte de
colonización del “estado profundo” norteamericano, que ha aceptado
funcionar como asistente geopolíticomilitar del diseño israelí. Para
ello EE.UU.
como nación −imperial como es su marca de nacimiento−
ha cedido el control de buena parte de sus amplísimas atribuciones,
mundializadas desde 1945, a un manejo en las sombras de tales poderes.
Los ejemplos se multiplican y es apenas buscarlos en la historia reciente y no tan reciente.
Biden,
por ejemplo, se pliega… hasta casi arrastrarse por el piso para seguir
la política ordenada desde Israel. Ante el 7 de octubre, no ve una
secuencia del conflicto más largo de nuestro presente político que se
arrastra desde hace más de un siglo, sino que “descubre” la agresión,
inesperada, del islamismo fanático, sexómano y antropófago que aparece
en el libreto de la coyuntura declarando que ha visto con sus propios
ojos bebitos judíos horneados… (diversas chequeos comunicacionales
aclararán que tales noticias no eran tales sino bulos deliberados para
conseguir piedad y adhesión del “mundo”. Con lo cual, a Biden habría que
enviarlo al oculista (ocultistas ya tiene muchos a su servicio).
Biden,
sigamos con él, adhiere a todos los pasos de la dirección israelí hasta
que algunos consejeros en la interna electoral que es inminente, le
advierten que está perdiendo electores en estampida; ciudadanos
estadounidenses, sobre todo jóvenes, espantados por la impunidad de una
política expresa y orgullosamente genocida. Como muy bien explica el
analista Mitchell Plitnick.1 Biden prosigue así su sinuosa senda de
acatar la “bajada de línea” de Antony Blinken (¿representante de EE.UU.
en Israel o de Israel en EE.UU.?) y a la vez dice que no se puede seguir
matando sin condiciones y se le implora al gobierno israelí que “tome
recaudos” para seguir su “tarea de limpieza”. Algo que de inmediato le
será concedido. Faltaba más.
Traduzcamos un ejemplo de los tantos
que Plitnick2 ha puesto: "La desvergonzada cobertura que EE.UU. ha
extendido sobre Israel ha alcanzado nuevas dimensiones de teatralidad a
medida que aumenta la presión para que John Biden frene la carnicería
genocida que sigue ocurriendo en Gaza desde hace siete meses.”
”Este
teatro ha virado a menudo hacia el absurdo, como, para poner un solo
ejemplo, cuando el presidente [de EE.UU.] se ha quejado acerca de que
Israel no permite la llegada de ayuda humanitaria a la FdG –un crimen de
guerra sin atenuantes según la ley internacional− sólo para que los
portavoces de la administración federal afirmaran de que ellos no tienen
‘pruebas’ de que Israel haya violado la ley internacional.”
Basta
ver la hambruna y la mortandad creciente para desmentir a “los
portavoces”. Sin embargo, el apoyo y la cobertura irrestricta a Israel
se mantiene tal cual.
Veamos, por último, una de las
vías, entre las más tradicionales, por cierto, por las cuales un poder
en las sombras se granjea el apoyo de instituciones aparentemente
soberanas, objetivas e independientes: la AIPAC,3 uno de los lobbies más
fuertes y caracterizados del
universo político institucional
norteamericano, canaliza fuertes emolumentos a buena parte de los
congresistas estadounidenses de la Cámara de Representantes (que son
435).
Se estima que por lo menos unos 300 de tales
representantes aceptan dichos emolumentos, con lo cual AIPAC y la
comunidad judía norteamericana (y por extensión, la israelí) tienen
cómodas mayorías para conseguir la aprobación de prácticamente todas las
leyes y resoluciones que consideren necesarias o convenientes. Para
tejerlas o destejerlas. O para no alcanzar a “tener pruebas” de
violaciones… como en el ejemplo precedente.
En buen romance, se trata de sobornos. Un viejo y conocido recurso del que ya nos hablaba, hace medio
Francisco de Quevedo.
1
https://mondoweiss.net/2024/05/inside-the-biden-administration-sham-to-convince-the-world-netanyahu-wants-a-ceasefire/.
Este sitio es llevado a adelante por judíos. Enhorabuena. 2 Plitnik es
un analista estadounidense que ha contribuido al examen del fenómeno de
los “intelectuales PEP”, que se atreven a examinar cualquier cuestión
sin tomar partido previamente, algo que se supone atributo de todo
pensar desinteresado y no sesgado, pero que presentan un talón
intelectual de Aquiles en el abordaje de la cuestión palestina; por eso
“progresistas excepto (en) Palestina”. 3 American Israel Public Affairs
Committee, Comité de Asuntos Públicos de EE.UU. e Israel.