DE JUBILACIONES Y TRAICIONES: El Frente Amplio y su
silencio cómplice ante la derecha.
En un país donde la política se asemeja más a un teatro de marionetas que a una plataforma de debate serio, el reciente plebiscito en Uruguay sobre la reducción de la edad de jubilación de 65 a 60 años y la derogación de las Administradoras de Fondos de Ahorro Previsional (AFAPs) se presenta como una obra maestra del absurdo. La oposición del Frente Amplio a esta propuesta no solo revela su desconexión con las realidades sociales de los ciudadanos uruguayos, sino que también pone de manifiesto un discurso ambiguo que, en lugar de enfrentar la problemática, opta por un silencio ensordecedor.
Comencemos por el Frente Amplio, que ha transformado su papel de defensor de los derechos de los trabajadores en un laberinto de contradicciones. En lugar de abrazar un discurso claro y contundente que apoye a la clase trabajadora, ha elegido el camino de la ambigüedad. ¿Acaso se olvidaron de sus raíces? En un plebiscito que claramente busca mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, la respuesta ha sido un sonoro “no” por parte de aquellos que una vez se alzaron como sus representantes. Este silencio estratégico parece una táctica para no incomodar a los sectores que han estado cómodamente asentados en el poder, mientras el pueblo sigue luchando por su supervivencia.
La figura de Carolina Cose, candidata a la vicepresidencia, sirve como un ejemplo perfecto de esta transformación. Su discurso, que antes resonaba con la fuerza de las demandas populares, ha mutado en un eco de las élites. De ser una voz proactiva en favor de los derechos de los trabajadores, ha pasado a convertirse en una figura cuyas palabras parecen extraídas del manual de un político que ha decidido jugar a favor del status quo. La pregunta que surge es: ¿dónde quedan los principios cuando se trata de ganar elecciones?
Además, no podemos pasar por alto al candidato presidencial que, tras un período de promesas y esperanzas, se ha transformado en un verdadero traidor a las causas que una vez defendió. Su metamorfosis en marioneta del status quo no solo desilusiona a sus seguidores, sino que también genera una sensación de traición en un electorado que esperaba un cambio real. La política uruguaya, en lugar de ser un campo de batalla por la justicia social, se ha convertido en un espectáculo donde los actores cambian sus guiones según las circunstancias, olvidando las promesas que los llevaron al poder.
En medio de esta tragicomedia, el movimiento sindical ha optado, en gran medida, por el silencio. Salvo algunas excepciones destacadas que han levantado la voz en defensa de la propuesta, la mayoría ha preferido mirar hacia otro lado, como si la lucha por los derechos de los trabajadores no fuera su responsabilidad. Este silencio es una traición a su propia base, y refleja una falta de valentía para desafiar a un sistema que los ha mantenido al margen de las decisiones que afectan su futuro.
Frente a esta situación desalentadora, se hace evidente la necesidad de un frente de izquierda potente y cohesionado que desafíe tanto a la derecha como a ese progresismo tibio que ha demostrado ser incapaz de enfrentar las realidades del pueblo uruguayo. La mentira de la derecha, que continúa perpetuando la desigualdad y la explotación, debe ser contrarrestada con un discurso claro y definido que no solo hable de cambios, sino que los implemente. Urge construir un espacio político que, lejos de las contradicciones y los silencios, se atreva a abordar las necesidades reales de la población.
En conclusión, el plebiscito sobre la baja de la edad de jubilación y la derogación de las AFAPs es un reflejo de la crisis de representación que atraviesa Uruguay. La ambigüedad del Frente Amplio, el cambio de discurso de figuras clave y el silencio del movimiento sindical son síntomas de un sistema que se ha olvidado de su esencia. Solo a través de la formación de un frente de izquierda fuerte y comprometido se podrá desafiar la narrativa dominante y construir un futuro más justo para todos. La política no debe ser un teatro de marionetas; debe ser un espacio de lucha y representación auténtica.
Mauricio Moreira
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